En el 2016, Morena, con su 15% fue ratificada como la principal fuerza política de izquierda, sin embargo, a solo tres años de la elección presidencial y ante la dispersión electoral que la división de la izquierda ocasionó, PRI y PAN, con el respectivo 30% y 29% de los votos obtenido en las elecciones locales del 2016, están en la punta de la carrera presidencial.
El movimiento político que respalda el tercer intento presidencial de AMLO siempre le ha apostado a que la fuerza y el arrastre del tabasqueño será suficiente para conseguir el triunfo en el 18, y esa premisa los llevó a aceptar convertirlo en un hombre-partido, que no solo dirige a ese instituto político, sino que lo gobierna y representa en solitario, sin contrapesos ni fiscalización política alguna: Morena es AMLO y AMLO es Morena.
Pero resulta que Morena está por debajo de la expectativa electoral de Andrés Manuel, y que éste, ya no está solo cosechando el desastre y desprestigio del gobierno, pues el PAN ha clonado exitosamente el discurso anti-corrupción pejista, y el PRI, por increíble que parezca también está intentando hacerlo; por otro lado, su arrastre personal, superior al de cualquier otro precandidato, no logra rebasar en ninguna medición al 30% de los partidos de la derecha.
Está claro que si en este país la disputa electoral por la presidencia de la República fuese solo entre personas y no entre partidos, al día de hoy, AMLO ganaría holgadamente la elección, pues su estrategia le ha permitido hacerse del mayor número de seguidores personales, y la votación se dividiría entre muchos interesados, el problema es que la lista se reducirá a unos cuantos cuando los partidos postulen sus candidatos, haciendo insuficiente la fórmula. Morena es el Peje y el Peje es Morena.
En ese escenario tendría que cruzar los dedos para que Margarita Zavala no fuera designada candidata panista y rompiera al PAN postulándose como candidata independiente, y que el PRI resultara dividido por la candidatura independiente del Bronco, pero en ese caso, tendría un problema mayor con el carismático candidato de botas y sombrero.
El nuevo escenario lo obliga a replantear su estrategia: el PRD cuenta con un 8% de los votos, gobierna 4 estados, muchos de sus militantes y dirigentes extrañan y respetan a su ex compañero, pero nadie está dispuesto a arrancarse el corazón para lograr que AMLO sea presidente de México; Movimiento Ciudadano, que como el Sol Azteca, fue receptáculo de calificativos y maltratos por parte del tabasqueño, cuenta con un 6% de expectativa de voto; el PT, con su 2% empataría el voto que en estos momentos tiene el PRI y el PAN, pero aún reciente el hecho de que Andrés Manuel hizo todo lo posible por desaparecerlo.
AMLO tendrá que decidir si quiere que su partido gobierne la CDMX o él quiere gobernar al país; si quiere que Morena tenga mayoría en las cámaras o quiere ganar la presidencia. Si como estimo, prefiere los segundos supuestos, tendrá que negociar con el PRD la CDMX, el Estado de México, Morelos y Tabasco; con MC Jalisco; con PT candidatos comunes al congreso, y con todos, la inclusión en su gobierno. Seguir apostando a que solo vale más que la izquierda unida, y a que su enorme popularidad hará intrascendente el peso electoral de los partidos, es aproximarse a la tragedia que significa la derrota cuando el triunfo estaba en tus manos. Veremos.
Jesús Alejandro Ruiz Uribe fue dirigente del PRD en Baja California, ex diputado local por el mismo partido y actualmente es Rector del Centro Universitario de Tijuana en Sonora. Correo: chuchoruizuribe@gmail.com