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domingo, febrero 25, 2024
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Tierra de todos, país de pocos

En 2015, el gobierno de los Estados Unidos y su Congreso determinaron que el techo numérico para otorgar refugio a extranjeros sería de 70 mil. Para el ejercicio fiscal 2016, aquel país acordó dar refugio a 85 mil personas. Pocos, poquísimos, una cifra que apenas rebasa los cien, ciento cincuenta, son mexicanos. Y mayormente, los connacionales que obtienen refugio en la Unión Americana lo consiguen porque de alguna manera, en su calidad de testigos protegidos, o fuentes de información, están ligados a los temas de narcotráfico y crimen organizado.

Sorprende así la conducta que se toma en algunos pueblos de México, de Chiapas, de Michoacán o incluso Guerrero, donde comisarios ejidales extienden cartas testimoniales de peligros enfrentados por personas determinadas en un ambiente de narcotráfico y criminalidad de alto impacto. Las redactan, les ponen un nombre y las venden a incautos y desesperados mexicanos que en sus pueblos no encuentran una salida a la tranquilidad y su gobierno no les abre la puerta a la oportunidad para el desarrollo.


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Esos mexicanos emprenden una travesía y llegan hasta Tijuana, derechito a la garita internacional, cargados con su ropa, algunos enseres y la carta que les vendieron para ser sujetos de refugio en los Estados Unidos. La decepción, por supuesto, es enorme. Especialmente en estos días en que los mexicanos que emprendieron el éxodo se reúnen en un grupo homogéneo con los haitianos que buscan, por cientos, también un refugio en la Unión Americana. La realidad es que ninguno de los dos lo lograrán. El gobierno de los Estados Unidos los atenderá, revisará sus documentos, sus casos, y los deportará a su país de origen. No hay refugio para mexicanos, tampoco para haitianos.

Mientras quienes abandonan Haití, lo hacen por hambre y ante la falta de oportunidades y empleo en su país, los mexicanos son guiados a la migración interna y externa por narcotraficantes y criminales organizados que los estafan, los extorsionan, los secuestran, les cobran piso, les matan familiares o los pretenden obligar a trabajar desde los campos mexicanos, para ellos.

Pero ni el hambre ni la inseguridad son puntos para que la Unión Americana les otorgue refugio. La migración en este mundo, en este país, se está convirtiendo en un problema a la vista de los políticos que administran las naciones. México padece un problema de migración interna, y es testigo y a veces verdugo de un fenómeno de migración extranjera, particularmente proveniente de países con menor desarrollo de Centro América. Guatemaltecos, hondureños, beliceños, terminan en nuestra tierra y en nuestra frontera, buscando migrar a los Estados Unidos, y han de quedar condenados a ser deportados o buscar en este país oportunidades. Aunque pocos las quieren.


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Precisamente ante el éxodo de haitianos que tocó a Tijuana, proveniente de Brasil, el fenómeno de la migración ha alertado a nuestra población. Explica el delegado del Instituto Nacional de Migración que los haitianos son eso y no africanos. Que salieron de su país luego del devastador terremoto de 2010, y muchos de ellos fueron contratados en Brasil como mano de obra barata. Una vez agotada la labor de remozamiento de ciudades brasileñas para las justas deportivas, olímpica y de futbol, los haitianos se quedaron sin trabajo y migraron al norte. Entraron por Chiapas y llegaron hasta esta frontera también con el sueño vendido que con solo presentarse ante la autoridad norteamericana encontrarían refugio en ese país. Eso es falso. La migración nacional e internacional que llega con esa expectativa, suele padecer la dura realidad en la gran mayoría. No así por ejemplo quienes provienen de China, que son aceptados, y aquellos que protagonizan la crisis migratoria del Mediterráneo, que solían residir en Siria, en Afganistán, en Pakistán, por mencionar algunos países cuya población, al no encontrar sitio en Europa central o del norte, vienen a este continente.

Ciertamente la migración interna o externa no es un problema que deban atender las autoridades locales, el Gobierno del Estado de Francisco Vega de Lamadrid, o el municipal de Jorge Astiazarán, pero sí es un tema que deben abordar en colaboración con otros Estados y con el Gobierno de la República. Cuando se trata de migrantes extranjeros, en efecto, el Instituto Nacional de Migración hará lo propio. Como en este caso, comunicarse con embajadas, de Haití, de países del África, para validar la nacionalidad de los recién llegados y, una vez confirmada, entrar en una de dos situaciones: Ofrecerle al extranjero regularizar su situación migratoria en México, ayudarle a quedarse, o deportarlo a su lugar de origen.

Con los haitianos eso ha sucedido y no han aceptado la ayuda. Han rechazado regularizar su estancia en nuestro país, y no quieren ser deportados. Se regresan a la línea internacional con los Estados Unidos, o a uno de los albergues que, generosamente, hacen el trabajo de la autoridad y les proveen de casa, los conminan a la búsqueda de empleo y les alimentan con las donaciones de otros ciudadanos comprometidos.

Solo en un caso reciente los haitianos han sido deportados. Cuando el autobús en el que se trasladaban 25, fue detectado por el INM en Tecate, y los ocupantes trasladados a la estancia migratoria, y de ahí deportados. Los que han llegado desde Chiapas sin ser avistados por la autoridad en todo este trayecto, están libres. Ingresarán a Estados Unidos solo para vivir de tres a seis meses en una estación migratoria de aquel país antes de ser enviados, deportados a su país.

Con los migrantes mexicanos es otra cosa, tampoco el gobierno colabora de manera eficiente, dejando el trabajo a la caridad, el altruismo y el activismo en pro de la migración. Para los tijuanenses el problema de la migración extranjera se irá resolviendo poco a poco. Cuando los haitianos se internen en la Unión Americana y no se les vuelva a ver porque allá sí los deportaron. El escenario cambiará sin la mano de los gobiernos locales.

Pero la migración nacional, esa no se detendrá. Menos en un país donde la inseguridad es la madre de todos los éxodos y el pesar de la vida. Mientras el engaño y la falta de oportunidades siga siendo una constante en Estados marginados, abandonados de la mano del gobierno y tomados del cuello por los criminales.

Autor(a)

Adela Navarro Bello
Adela Navarro Bello
Directora general del semanario ZETA, Consejero de Artículo 19 y del CPJ para las Américas, entre otros reconocimientos, tiene el Maria Moors Cabot 2021 de la Universidad de Columbia.
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