Yo no comprendo el hecho colosal de la Revolución Mexicana. El caso de Morelos resume casi todos los aspectos de la cuestión agraria. Morelos ha dado a la Revolución, con mayúscula, el héroe que la simboliza. Esto, que parecería simplificar el hecho, lo complica. Porque si Zapata es un héroe, no es un héroe contra Don Porfirio Díaz, vencido antes de que Zapata alcanzara significación como Jefe de un movimiento independiente. Zapata inició su campaña personal contra Madero, y la continuó contra Carranza. Éste, en su mensaje del 15 de abril de 1917, habla de las chusmas zapatistas y en el del 1ro de septiembre de 1919, menciona ‘el rudo combate’ del 10 de abril, durante el cual “murió el cabecilla Emiliano Zapata”. También murieron “en el rudo combate”, “los generales –Carranza es quien pone las comillas– Feliciano Palacios, Secretario de Zapata; Ceferino Ortega, Gil Muñoz, y Castrejón, y el Coronel” Lucio Labastida, y resultó herido el cabecilla Jesús Capistrán.
“Por méritos de esta acción –continúa Carranza– fue ascendido a grado inmediato el Coronel Jesús Guajardo y el Ejecutivo acordó que se diera una gratificación de cincuenta mil pesos a los Jefes y Oficiales que tomaron parte en ella”.
Todo el mundo sabía que no hubo tal combate, y que esos ascensos y gratificaciones se otorgaban por un acto de traición. Entre los que tenían conocimiento de los hechos con todas sus particularidades, se encontraban los miembros del Gabinete. Calles, que era uno de ellos, oyó en el Congreso la lectura de esta falsedad y la aceptó; lo que indica que el futuro representante de la regeneración agraria de México, se solidarizaba con el asesinato de Zapata.
¿Cómo se quiere hoy decir que Zapatas y Calle son dos “chispas de una misma lumbre”? Calles pertenecía al gobierno que ordenó y premió el asesinato de Zapata. Vasconcelos va a Morelos. Veamos cuáles fueron sus impresiones: “Los ingenios para el beneficio de la caña eran modernos, prósperos; la maquinaria había ido poco a poco supliendo al operario en las tareas más duras; una asociación de productores garantizaba la industria contra las alzas y bajas del mercado. La organización de los sembradores de caña de Morelos era señalada como ejemplo de la capacidad del mexicano, del español, para hacer producir la tierra a su máximo, de acuerdo con la técnica contemporánea. Los azucareros México-españoles de Morelos prosperaban invariablemente, en tanto que sus competidores norteamericanos, establecidos en varios ingenios de la costa de Veracruz, en Motzorongo y en 10 sitios más, padecían alzas y bajas, y de una en otra quiebra, acababan por abandonar sus tierras a los nativos”.
¿Estos propietarios fueron los culpables de la anarquía? Vasconcelos cree que ésta se debió a causas políticas. Pero dejemos sus conclusiones y sigamos con los hechos. Vasconcelos dice: “Las tierras del Estado de Morelos eran poseídas por once propietarios, grandes propietarios. Pero no latifundistas en la enorme proporción de otras regiones del país. De los once propietarios, cinco eran españoles de nacionalidad y seis mexicanos”.
Si ellos poseyesen todas las tierras de Morelos, es decir, 7 mil 082 kilómetros cuadrados, con 180 mil o 190 mil habitantes, el hecho sería monstruoso. Lind, norteamericano enviado por el Presidente Wilson, dijo en un informe que todos los terrenos del Estado de Morelos pertenecían a 27 personas.
Pero Lind, hombre vulgar e ignorante, so supo entender las noticias que consignaba, repitiendo lo que se le decía, o copiando datos de una antigua edición de la Enciclopedia Británica.
Sí había en Morelos menos de 32 haciendas azucareras, no 27, como dice Lind. Esto no quiere decir que toda la tierra del Estado perteneciese a los grandes propietarios.
*Narrativa tomada del libro “México Falsificado” de Carlos Pereyra.
Continuará…
Vicente Martínez Méndez
Tijuana, B. C.
