Hasta el empacho, nos hemos llenado en estos últimos días y lo seguiremos haciendo los siguientes, con información y análisis del proceso electoral, que al parecer no termina hasta que se revisen todas las casillas que se tienen que examinar. Todos los opinólogos como un servidor, nos servimos con la cuchara grande, haciendo diferentes lecturas de lo que ha estado pasando en nuestro entorno, sobrando los lugares comunes: hartazgo del electorado y por ende, baja participación; voto de castigo a los principales partidos políticos; inesperada victoria y consecuente fortalecimiento del PAN en el país; crecimiento escaso de Morena que no solo disputa ser el principal partido de izquierda, sino incluso la tercera fuerza política del país; salvamento del PRD que disimula su debacle gracias a poco ortodoxas alianzas con el PAN, en varios estados.
Pero algo hay debajo que despide una pestilencia, que esconde fealdad. Vivimos la época de Dorian Grey, con una partidocracia, que presume funcionalidad democrática, pero continúa siendo incapaz, o peor aún, indispuesta a responder y transformarse ante las crisis. Un sistema que continúa siendo carcomido por la corrosión que genera la deslegitimación.
El narcisismo y el mito de la eterna juventud le pasaron factura a Dorian Gray, personaje de la novela de Oscar Wilde. Ocultando sus miserias bajo su retrato, Gray contemplaba que la pintura envejecía y emponzoñaba, absorbiendo sus vicios, mientras él permanecía fresco. Así, vivía entre la mentira, la cobardía, la corrupción y el asesinato. Buscó salida bajo una fórmula sencilla, reconoció, sus debilidades, pero el cuadro seguía putrefacto. Harto y desesperado, en un ataque de ira, acuchilló su imagen. El resultado no pudo ser más funesto, mientras la pintura retomaba su forma original, Gray envejecía hasta la muerte, quedando su cuerpo irreconocible.
¿Qué cambia si el PRI por fin paga la factura de una presidencia con múltiples rechazos y tímidos triunfos, si es que alguno? ¿Qué hizo distinto el PAN como la opción de derecha para merecer una oleada de victorias? ¿Refrescó su oferta política, presentó nuevos y atractivos candidatos, ha hecho grandes gobiernos en los últimos años, ha sido notable en su desempeño legislativo? Nada de eso ocurrió. ¿Avanzó el PRD hacia una madurez que le permitiese construir con Acción Nacional gobiernos de coalición en base a terreno común y programa compartido? ¿Depuró sus múltiples señalamientos de corruptelas? ¿Tuvo gobiernos destacados durante los últimos años? Tampoco.
El sistema de partidos parece envolverse en un dilema darwinista: desde la perspectiva de la clase política, han hecho los cambios necesarios para adaptarse, competir, sobrevivir, reproducirse. Pero también puede ser que han cambiado para que todo siga igual, y aunque consigan la supervivencia en el corto plazo, se está debilitando su especie. ¿Es casualidad que en nuestro estado, 7 de cada 10 habitantes hayan decidido que no merecía la pena votar por los partidos e independientes?
Se sobreentiende porqué el ciudadano común, el que se truena dedos porque no le alcanza, de cara a estas elecciones, muestra tanta indiferencia por las promesas de los candidatos, si éstos que se comprometieron a algo, a realizar un gobierno de cambio, caen no solo en lo que criticaron de sus antecesores, sino que en sus arbitrariedades y abusos están aún peor. Es muy comprensible la desconfianza de la sociedad. Sabe que ser de uno u otro partido, a los que toca en suerte gobernar, les gana su naturaleza, la que tiene que ver con lo peorcito de las miserias humanas al ser testigos de ese tipo de corrupción, porque seguramente habrá de otra clase también.
No creo que la partidocracia cambie. Sin duda, harán reformas, pactarán y abrirán canales de diálogo. Tampoco se suicidarán. México sufre el síndrome de Dorian Gray. Se quiere demasiado, sufre de narcisismo y autocomplacencia. La mayoría de los análisis, salvo excepciones, se ubican en este terreno.
Las futuras alternancias entre viejos conocidos, no significan reales alternativas, que no construyen lazos reales con la ciudadanía, que no se sustentan en ideas frescas. Alternancias incapaces de renovación. Debajo de la ilusión se esconde el rostro verdadero: el de un país cuya transición democrática fue esbozada, pero nunca consumada. Una partidocracia que se regodea, sin darse cuenta que Dorian Grey acabó por destrozar furiosamente su retrato hasta hacerlo jirones, y del que no quedó nada más que un viejo cadáver de rostro espantoso.
Dr. Álvaro de Lachica y Bonilla
Comisión Ciudadana de Derechos Humanos del Noroeste, A.C.
Correo: ndale941@gmail.com