Un buen día de hace unas dos semanas, un oficial de la Policía Estatal Preventiva fue enviado a lo que en la jerga policíaca llaman puntos fijos, que es aquel lugar al que es comisionado para no hacer nada, pero tenerlo “bajo control” y supervisión. La ubicación de la posición fueron las oficinas de la Comandancia Técnica de la PEP, que viene a ser el área de inteligencia de esa corporación. Según una investigación que se sigue en Asuntos Internos y en Contraloría, el oficial estaba cumpliendo con su encargo cuando escuchó ruidos en la oficina principal, la del comandante. Reportó el hecho por radio, pero no tuvo ni eco ni atención. Sin más qué hacer, decidió entrar al perímetro de sus sospechas, sólo para encontrar lo inimaginable en una oficina de ese calibre: droga. Cristal, para ser precisos. Llama la atención el hecho porque actualmente sólo en la PGR se resguarda droga producto de decomisos, y el resto de las corporaciones debe remitirla a esa entidad de gobierno. Además, la droga -era visible- era para provecho de unos pocos, sea por venta o por recreación. Una vez más, el oficial dio parte a la central de radio pero de nueva cuenta no fue escuchado. Documentó su hallazgo y, a partir de ahí, se inició la investigación. Resulta, explicaron a DICHOZ Y HECHOZ, que últimamente se ha dado que los elementos de distintas corporaciones que colaboran en un aseguramiento, se quedan con parte del botín como recompensa. Sea droga, sea dinero. Y así sean estatales, militares, municipales o federales. Esa es una de las líneas de investigación de la Contraloría. Pero las sorpresas no terminan ahí. Ni el director de la PEP, ni el secretario de Seguridad Pública, actuaron de inmediato al conocer los hechos que se presumen delictivos -droga en una oficina-. Fue hasta hace unos días cuando finalmente reaccionaron. Al primero que removieron de la posición fue al comandante del área operativa, Víctor Arregui Eaton. No lo despidieron ni lo retiraron de la corporación en lo que transcurre la investigación interna, únicamente lo cambiaron de posición y de ciudad. De comandante en Tijuana a subcomandante Mexicali, pero al modo, lo primero que hizo fue pedir vacaciones que, por supuesto, le concedieron. Y apenas el martes 28 de junio, hicieron lo mismo con el comandante del área de Investigación, de nombre Jonny López Ruiz. Ambos utilizaban la oficina donde la droga fue encontrada, además de ser los últimos en ocupar esa instalación previo al descubrimiento del enervante. Ahora sí que Daniel de la Rosa, o está durmiendo con el enemigo, o ya le hizo un campito.
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