Veme aquí cual bella flor, apenas en botón,
cual gota de agua que escapa de una nube
como riachuelo juguetón que baja y sube
y en su corriente arrastra efímera ilusión.
Sus frescos labios asoman la sonrisa
sin la malicia, picardía o sensualidad,
solo dibujan en su cara ingenuidad
en espera del amor, no corre prisa.
Yo soy la fuente de la eterna juventud,
la juventud que se renueva en cada parto
por obra, gracia y soplo de algún santo
y le bendice el vientre con esa gran virtud.
Soy la esperanza que mueve al mundo entero,
la llama ardiente que enciende corazones,
ojos inquietos que solo ven visiones
de amores puros y solo a Dios prefiero.
Soy pues el manto que cubre multitudes
y doy cobijo a propios y extraños
y no censuro si pagan con engaños,
mi recompensa allá con Dios, está en las nubes.
Alberto Torres Barragán
Tijuana, B. C.