“En Tijuana la traición se paga con muerte”, dice Carlos Joaquín González, el candidato del PAN/PRD al Gobierno de Quintana Roo, en un video que uno de los que él consideraría “traidores”, tomó cuando el abanderado daba un mensaje a los suyos, a los miembros de Acción Nacional que le han apoyado en la campaña que finaliza el miércoles 1 de junio de 2016.
En la transmisión, reproducida a estas horas en cientos de portales y redes sociales, aparece el candidato en una especie de presídium. Se le ve relajado pero a la vez molesto. Parece no reflexionar ante sus palabras, que uno de los que está acusando de traidores, lo está videograbando. Joaquín inició su discurso antes de las temerarias reflexiones, pero es evidente que fue editado para resaltar la amenaza directa sobre sus correligionarios de partido. “…De todos los que estamos aquí sentados… Eso es traición”.
Arremetió: “Y la traición, me decía Arturo Castro: La traición en Tijuana se paga con muerte… Entonces no se valen las traiciones. Que se larguen (Los traidores, asumimos); porque si los agarro, los decapito”.
Fuertes declaraciones (diría una amiga), las de Carlos Joaquín, especialmente cuando está buscando ganar el Gobierno del Estado de Quintana Roo, que hoy está en manos del priista Roberto Borge, y con ello le abona a su opositor tricolor, Mauricio Góngora Escalante.
El comportamiento gansteril de Carlos Joaquín denota desesperación. Además de desconfianza en los panistas, que seguramente lo eligieron candidato –muy al nuevo modo albiazul- por lineazo central del CEN del PAN.
Pero en su diatriba, Carlos Joaquín se echa a Tijuana. Ciertamente por reflexión –queremos creerle- de Arturo Castro ¿Quién es Arturo Castro? El único Arturo Castro de Tijuana que conocemos, reside en el municipio de Solidaridad, el cual para mejor ubicación tiene en su delimitación geográfica la paradisiaca Playa del Carmen. En aquella tierra, se supone que desde 1999 cuando Castro dejó Tijuana, vive junto a su familia.
Priísta desde joven, Arturo Castro Duarte ha ocupado cargos políticos en ambos estados. En Baja California en su natal Tijuana, y en Quintana Roo en su adoptada Solidaridad. Llegó allá si no falla la memoria, durante la administración estatal de Joaquín Hendricks Díaz, trabajó en la de Félix González Canto y se quedó en la de Roberto Borque, actual mandatario de aquella entidad.
Arturo Castro, el priista tijuanense que habría dicho a Carlos Joaquín, el panista, que “en Tijuana la traición se paga con muerte”, ha sido Recaudador de Rentas del Estado de Quintana Roo, ha ocupado Direcciones Generales en el Ayuntamiento de Solidaridad, delegado de la Secretaria de Planeación y Desarrollo Regional del Estado de Quintana Roo, representante del Gobierno Estatal en la Ciudad de México y como Director de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado.
Tal es el único Arturo Castro, tijuanense, que se conoce reside en aquel Estado.
Valientes, cínicos y reales que son los políticos en privado, es harto probable que ni Carlos Joaquín sabía que lo estaban grabando, como Arturo Castro no supondría que el candidato del PAN lo evidenciaría de tal manera.
Pero bueno, como tijuanense, algunas reflexiones.
En Tijuana ciertamente los criminales organizados matan por traición. En lo que va de este 2016, en esta fronteriza ciudad hemos contabilizado hasta el martes 31 de mayo, 336 ejecuciones de hombres y mujeres, producto de la lucha que por el territorio libran tres cárteles: El de Sinaloa, el Arellano Félix, y el Jalisco Nueva Generación.
Los reportes de las autoridades investigadoras, basados más que nada en las declaraciones de los asesinos o cómplices que en ocasiones logran detener, es que la mayoría de esas muertes son de narcomenudistas que traicionan a uno o a otro o a otro cártel, y se cambian de bando –o de esquina-, lo cual en la guerra de las drogas que sostienen en Tijuana, se paga, efectivamente como lo dijo Carlos Joaquín rememorando a Arturo Castro, con la muerte.
Pero eso sucede, insisto, en el ámbito del narcotráfico y la delincuencia organizada.
En el contexto político, la traición queda impune. Por ejemplo, en las elecciones a Gobernador de Baja California en el año 2013, Jorge Hank Rhon traicionó a su partido el PRI y a su candidato Fernando Castro Trenti, -hoy Embajador en Argentina- al apoyar al abanderado del PAN, Francisco Vega de Lamadrid, solo porque –dicen en Acción Nacional y lo confirman en el PRI- él no obtuvo la candidatura.
Fue César Camacho, entonces dirigente nacional del PRI quien le comunicó a Jorge Hank Rhon que no sería él el candidato de ese partido al Gobierno de Baja California. Éste último ni respingó –ha dicho que es un soldado de su partido- pero sí fue conocido que traicionó al tricolor, además por su pública enemistad con Castro Trenti.
Francisco Vega de Lamadrid ha correspondido a esa traición de manera muy generosa con Hank, le ha dado trabajo a su equipo cercano. Nombró a una de las hankistas más aguerridas, Juana Pérez Floriano, Secretaria del Trabajo, y ésta designó como Presidente de la Junta de Conciliación y Arbitraje a un empleado del Grupo Caliente, propiedad de Hank. Además el panista Vega contrató como representante en Tijuana del Instituto de Cultura de Baja California, al hijo del priísta, César Hank.
Ahora mismo los bajacalifornianos están inmersos en un proceso electoral para renovar las cinco Alcaldías y los 25 escaños en el Congreso del Estado, y la participación de Hank Rhon a favor de los abanderados tricolores ha sido mínima. Apenas llamativa cuando personalidades nacionales se acercan por Tijuana, como fue el caso de Manlio Fabio Beltrones Rivera, que a pesar de Castro Trenti estar –o haber estado- bajo su ala política, le echó flores al ex reo de la prisión de El Hongo, con todo y traición política.
En estas condiciones, demasiado conocidas por el Arturo Castro de Tijuana que conocemos reside en Quintana Roo, valga aclarar: La traición política en Tijuana no se paga con muerte. Se agradece con cargos, con simulación ideológica y con negociaciones entre partidos.
Lo que sí es definitivo, y no exclusivo de Tijuana, es que la traición en el narcotráfico, sí se paga con muerte.
Qué gansteriles salieron los candidatos. O será que estamos ante la cínica evolución de la política electoral a la narcopolítica que se impone en México en 2016, trazando peligrosamente el futuro del país.