Gracias…
por enseñarme
que aún hay algo bueno en mí,
por amarme
de esta forma que solo tú conoces,
por enseñarme a vivir,
por convencerme
con tus hechos
que tú eres para mí.
Gracias…
por tu amor,
por las gotas de sudor
que has derramado en mí,
por las horas de tu tiempo
que me das sin merecerlo,
por hacerme tan feliz.
Gracias
por salvarme de mí mismo,
por sacarme del abismo
en el que yo me refugié;
por los besos que me diste,
por convertirte
en lo que yo siempre soñé.
Gracias por creer
ciegamente en mí.
Por hacerme sentir vivo,
por ser tú mi más bello motivo,
por la luz
que has inyectado a mi presente,
por el resplandor
que ahora veo en mi horizonte
y por siempre decir sí.
Gracias
por lo dulce de tu trato,
por tu tierna mirada
de la que yo me enamoré,
por todo eso que me has dado;
gracias por sacar
ese cachorro de león
que llevo dentro,
por guardar nuestro secreto
del que nadie escribe,
que solo tú entiendes
y que solo yo sé.
Alan Rodríguez Ramírez.
Tijuana, B.C.