Solo en algunas familias
y una sociedad compleja
se manifiestan envidias
y la ingratitud se refleja.
Una sociedad de bueyes,
porque así lo manifiestan,
aunque podría ser de reyes,
pero se pierden en fiestas.
En los barrios es palpable,
en la calle lo escuchamos,
el más cabrito es culpable
y al buey siempre miramos.
Y la mujer no está exenta
de respetarse en la calle
sus labios de burra y yunta
hacen que mejor me calle.
Seremos los responsables
por no aprender a educarlos,
no existía escuela de padres
y ahora, ¿para qué encontrarlos?
No conocen el respeto,
lo cambiaron por insultos,
¿qué piensa Usted al respecto?,
pero es que ya son adultos.
Porque cada quien platica
conforme le fue en la fiesta
y en la vida se practica
de vez en diario una siesta.
Los códigos de conducta
que regían las sociedades
si gusta usted, los consulta,
nada que ver… las edades.
Hoy las modernas ciudades
viven mayor organizadas,
creen que las redes sociales
les festejan sus tontadas.
Si existe la democracia,
la disfrazan de cultura,
de este pueblo la desgracia
por elecciones futuras.
Entre Gobierno y partidos
se reparten la marmaja
de entre todos sus adeptos
más de la mitad se raja.
Llegaron independientes,
término incorrecto usado,
pues solo son dependientes,
dependen del más osado.
Algunos dependientes
de ideología partidista
solitos se hacen penques,
nos doran la pildorita.
Algunos vienen más serios,
no prometen, no hacen grilla,
no nos revelan misterios,
quieren sentarse en la silla.
La juventud descarriada,
los adultos en sus redes,
la senectud olvidada,
del libertinaje, rehenes.
Los códigos de conducta
de sociedades antiguas,
eran duras, era justa:
ancianos fueron testigos.
Como sociedad pensante
la educación va de muestra,
la manosea el gobernante,
el profesor lo demuestra.
Vergüenza de burro-gracia
con su cartera repleta,
váyanle dando las gracias
al compadrazgo y su veta.
Gobernantes van y vienen,
a todo lujo sus viajes,
al pueblo en miseria tienen,
en los medios, sus tirajes.
¡En los parques y avenidas!,
que se instalen en cruceros,
el transporte o la subida,
¡los códigos con sus fueros!
El respeto por los mismos,
de toditas las edades,
pobre de aquel que haga mimos
o ademán desagradables.
Identidad y amor propio,
el respeto por lo ajeno
y que sea prohibido el acopio
y el político conejo.
El planeta sigue girando,
el tiempo no se detiene,
desde aquí los estoy mirando
y veo cómo se entretiene.
Joel Vizcaíno Parra
Tijuana, B. C.