A nuestra madre le hablamos muy bonito
en un día tan especial como es su día,
pero nomás lo hacemos un ratito,
pues no la comprendemos todavía.
Ella nos da su amor y su ternura
y deja su vivir por nuestra vida,
mas a cambio le damos amargura,
dejando su alma débil y afligida.
Ella está con nosotros firme y fuerte
y en nuestro lecho, a un lado si sufrimos,
retando con amor la propia muerte
para hacernos vivir y así vivimos.
Mas ver más al amigo preferimos,
que produce en nosotros el dinero,
las penas de una madre no sentimos,
la farra y el placer están primero.
En mis tristezas siempre están conmigo,
si me encuentro extraviado, ella me orienta,
para mí, una sonrisa trae consigo,
con su don de valor siempre me alienta.
La madre debe ser lo más preciado,
me atrevo a compararla con las flores,
ella me quiere y yo me siento honrado,
pero este día, son de ella los honores.
Si alguna ve pudiera complacerla,
desearía en un gran viaje andar con ella,
con palabras de amor entretenerla
y comparar su luz a la de una estrella.
¡Vaya pues!, nuestra madre es infinita,
pero lo entenderemos solo un día,
un día en que la veremos muy bonita,
tendida… y con nosotros todavía.
José Miguel Ángel Hernández Villanueva