Desde la aprobación de la Constitución de 1917 hasta inicio de los años 90, estaba clara nuestra ruta, habíamos hecho una revolución y expresado sus objetivos en normas, porque queríamos una mayor distribución de la riqueza, queríamos una sociedad más justa, que millones de mexicanos en la pobreza tuvieran acceso a la educación, a la protección de la salud, a vivienda digna y a un sistema de justicia real y sin privilegios, queríamos en suma, un sistema democrático y justicia social.
Nuestros políticos, con mayor o menor énfasis, durante esa época tenían claro el objetivo, habían llegado al poder, para acabar con los fueros y privilegios. Durante toda esta época se mantuvo siempre como parte del discurso oficial los objetivos sociales de nuestra Constitución.
México tenía claro cuál era su norte. Salinas empieza a desmitificar la retórica social y convence al constituyente permanente de aquella época, que el reparto agrario llegó a su fin, que ya no había tierras para dotar a los campesinos, que ahora deberíamos hacer productivo a lo ya repartido y que los ejidos que quisieran abandonar ese régimen de producción, lo podían hacer y devenir propietarios de sus tierras.
Así se inició una nueva etapa, muchos ejidos abandonaron ese régimen y pasaron a ser pequeños productores. Poco a poco se fue desmantelando la visión social del Estado y se vendieron a precio de ganga, aeropuertos, bancos, puertos, siderurgias, etcétera. Se trataba, según ellos de adelgazar el estado, para hacerlo más ágil y eficaz. La globalización, la centralidad del mercado, fue llenándolo todo. Se terminó el discurso social y se abandonaron las exigencias de la Revolución Mexicana (¿será que aquéllas ya se habrán cumplido?), los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu, fueron la puntilla. Dos generaciones de políticos, identificados con estos principios sociales, fueron marginados o ubicados en puestos de tercera o cuarta categoría, para sobrevivir, pues. El sistema aparentemente llegó a su fin.
Dos sexenios gobernados por el PAN, demostró que no era cierto, nada cambió, como dice Alberto Cortez, las mismas paredes, con otros retratos. Llegaron al poder político otros actores, sin el compromiso social, sin experiencia ni fogueo. Qué importa, todos son del Estado de México o de Hidalgo, los demás no existen o son muy torpes o no están en el Proyecto.
Pocos, muy pocos con la visión histórica del estado mexicano, esos como Emilio Chuayffet, ya descansan en su casa. Se quedaron los que sí están en el proyecto, los peñistas, los que todo le dicen que sí al Presidente.
Se terminó el decoro republicano, que antes existía, aunque no lo crean. En las reuniones en los Pinos se confrontaban tesis o programas, el Presiente decidía, pero no sin previa discusión. Ahora todo es de oropel. Engañaron al Presidente en lo de Ayotzinapa, por inexpertos. No se apure, Presidente, es un asunto local, le aconsejaron. Que lo enfrente el PRD, el gobierno municipal y estatal es de ellos, chinguemos de paso al Peje. El asunto se desbordó, se perdió el control. Usted no se preocupe, señor, yo encuentro rápido a los culpables y expresó la verdad histórica y tan-tan. Le dijeron sea pues. Y nada. Nos presiona la comunidad internacional, Presidente, hay que traer expertos extranjeros, los envolvemos y ya, dicen los que queramos, pues nada, salió el chirrión por el palito, salieron respondones, no hubo incendio ni incineración, concluyeron. ¿Qué hago, consulta, el Uno? Desprestigiémoslos, digamos que costaron dos y medio millones de dólares, que no aportaron nada, que forman parte de una conspiración contra México.
Pero, señor, la comunidad internacional le creyó a ellos y no a nosotros. New York Times, nos pega una madriza, el departamento de estado gringo, también, lo mismo la ONU. La Clinton se pitorrea del gobierno y demanda justicia. No hay que contestarle, no importa que nos madree, necesitamos fortalecerla frente a Trump, aconsejaron los genios de la secretaria de Relaciones Exteriores. Hay que aguantar, saque lo de la marihuana, Presidente, es nuestra caja china. Pero nada, la madriza sigue.
Frente a todos estos yerros y desaciertos me pregunto, ¿qué ha pasado? ¿Cómo perdimos el rumbo, nuestro norte? ¿Cómo llegaron estos imberbes a decidir por el país? ¿Qué dejamos de hacer para que ellos ganaran? ¿Dónde quedó la visión republicana, social y democrática del Estado Mexicano? ¿Se perdió para siempre? Creo que no, pero qué trabajó costará reconstruir el andamiaje que están destruyendo en su ignorancia y servilismo.
Amador Rodríguez Lozano, potosino radicado en Baja California. Fue Senador, Diputado Federal y Ministro de Justicia del Estado de Chiapas.