No soy ni por mucho un gran conocer de música, en términos generales me considero “estándar”. Soy de la generación que creció en tiempos de “U2”, “The Cure”, “Police” y sobre todo esa camada de “Rock en Español” donde los grupos sudamericanos, españoles y mexicanos nos hacían cantar a todo pulmón.
Fue en esa época también por contrastante que sea que empecé a escuchar un poco al gran ídolo mexicano, máximo exponente de nuestra música vernácula, me refiero a Vicente Fernández. Los motivos eran varios que me permitieron conocer sus canciones, algunos amigos ocasionalmente las “tocaban” ya sea por simple gusto o por el dolor compartido al perder algún amor prepa-universitario.
Hace unas semanas Vicente Fernández anunció su retiro de los escenarios, qué mejor marco para despedirse que el Estadio Azteca. Lamenté el no asistir, sin ser un “fan” de sus conciertos pude haber hecho el esfuerzo por acudir a su espectáculo.
El “último charro” mexicano deleitó a varias generaciones con sus canciones y su peculiar estilo de interpretarlas. Vicente Fernández también actuó en un sinfín de películas que aún se transmiten en televisión abierta, creo no vi más de dos porque nunca me gustaron. Fue justamente en sus películas como dio a conocer varias de sus melodías que se convirtieron en éxito rotundo. Sus participaciones sirvieron para acrecentar el cariño mexicano a su artista consentido.
En gustos se rompen géneros pero no hay menor duda que los tres más grandes charros fueron Jorge Negrete, Pedro Infante y ahora Vicente Fernández. Muy cercano a ellos pondría a José Alfredo Jiménez. Los mexicanos a través de ellos hemos reflejado parte de nuestra cultura pero sobre todo exaltamos el nacionalismo cuando escuchamos un mariachi con sus canciones.
A muchos podrá no gustarle lo que a fin de cuentas representa un charro como Vicente Fernández: macho, enamoradizo, bebedor, hombre de campo y ranchero, pero es justamente eso lo que representa su éxito, sobre todo en las clases bajas donde muchas personas se ven reflejados; seguro estoy que algunas veces solo actuaba y asumía el rol que le correspondía y otras se representaba probablemente a él mismo.
Vicente Fernández por años ha tenido la virtud de cantarle al amor y desamor con la misma intensidad, igual le dedica canciones exclusivamente a las mujeres, la naturaleza o a los animales, en particular a los caballos. Creo que pocos pueden presumir el dedicarle un “disco” a sus caballos y convertirlo en todo un éxito.
“Acá entre nos”, “Mujeres divinas” y “Volver, volver” son las canciones que más disfruto. Es curioso que podemos no sabernos el título de una canción pero sí el estribillo de muchísimas cuando por alguna razón las escuchamos.
Con el retiro del “último charro” se cierra un capítulo de la música más representativa mexicana, desconozco cómo se va a suplir máxime que hoy en día las nuevas generaciones prefieren por mucho otro tipo de música. En mi casa materna recuerdo con cariño un disco que contenía los principales éxitos de Jorge Negrete y Pedro Infante, estoy seguro que eso dio pie a que años después pudiera apreciar las canciones de Vicente Fernández.
El reto es lograr que nuestros hijos puedan tener algo de conocimiento por esta música, me voy a dar la tarea de que a mis dos pequeñas le guste alguna que otra canción para preservar una de las tradiciones más mexicanas que tenemos. Ya les platicaré cómo me fue con esta tarea, mientras tanto no hay mejor reconocimiento a su figura que brindar con un tequilita dedicado a su vida y a sus canciones.
Alejandro Caso Niebla es consultor en políticas públicas, comunicación y campañas; se ha desempeñado como vocero en la Secretaría de Hacienda y Secretaría de Desarrollo Social en el Gobierno Federal así como como Director de medios en la Presidencia de la República. También fungió como Director de Comunicación Social en el Gobierno del Estado de Baja California. @CasoAlejandro alejandro@caudae.com
