El 7 de junio de 1990 me dijo su Secretario Privado que quería hablar conmigo el Presidente Municipal, Don Carlos Montejo.
Tras de saludarnos, me hizo una pregunta que de ninguna manera esperaba: “¿Te gustaría colaborar conmigo?”. Lo primero que me vino a la mente fue decirle que sí, pero al preguntarle que en qué, me contestó que por el momento no me podía decir, que lo único que quería saber es si estaría dispuesto a formar parte de su equipo, retirándose enseguida dejándome pasmado y yo apenas pude decirle, ¡Adiós, Don Carlos!
La breve entrevista terminó, dejándome pensativo, deseando saber más, pero no tenía ni la menor idea de a quién pudiera consultarle sobre ese tema.
Pasaron semanas y meses sin ninguna novedad, hasta que el 12 de marzo de 1991, el Secretario Particular llamó diciéndome que el Presidente quería hablar conmigo, por lo que fui a su encuentro a un restaurante, donde para mi mayor nerviosismo, solo me estaba esperando a mí, es decir, no estaba él en un evento o algo similar, sino que me había citado para hablar en privado. Nunca en mi vida había tenido una experiencia ni parecida.
Nos vimos y enseguida me comentó: “¿Te acuerdas que te pregunté si te gustaría colaborar conmigo y dijiste que sí? ¿Sigues pensando igual? Sí, señor, le contesté. “Bueno, pues te invito a que seas mi Secretario”. Me quedé callado unos segundos, para después decirle que le agradecía mucho la atención, pero que con todo respeto, yo era Jefe de la Defensoría de Oficio Tijuana-Tecate-Rosarito y que cómo de Jefe iba a pasar a solo ser su Secretario, lo que lo hizo reír poniéndome más nervioso, porque pensé que a lo mejor me estaba portando irrespetuoso o insolente, pero a continuación me dijo aún más sonriente: “No me has entendido, no quiero que seas mi Secretario Particular, quiero proponerte para que seas Secretario General del Ayuntamiento de Tijuana”.
Enseguida le dije a Don Carlos que me sentía muy honrado pero que tenía que consultarlo con el Jefe estatal de la Defensoría, a lo que me contestó: “Tú no te preocupes por eso, ya hablé con el Gobernador”. Yo no podía sentirme más feliz. Le pregunté que como para cuándo, para irme preparando, respondiéndome: “Empiezas mañana”.
Al día siguiente, nos reunimos en el mismo restaurant con un grupo de regidores y entre varios temas me preguntaron si estaba dispuesto a aceptar el sueldo, de tan solo nueve mil pesos mensuales, contestándoles aparentemente tranquilo que eso era lo que menos importaba, aunque en mis adentros daba saltos de gusto: anteriormente, ganaba menos de una tercera parte de eso.
Desde allí hasta el último día del XIII Ayuntamiento, acompañé a Don Carlos en una histórica lucha por mantener a flote exitosamente esa administración, lo que fue tanto que algún día se plasmará debidamente en un libro sensacional, pero sobre todo tuve la dicha de conocer a un Alcalde irrepetible, un hombre de Dios, siempre con los máximos valores del ser humano por delante, ofrendando inclusive auténticamente su vida en aras de su misión en este mundo.
Recientemente, a través de mensajería de Facebook, saludé a su hijo, quien me contestó: “Igualmente Alberto, te mandamos un fuerte abrazo y los mejores deseos para toda tu apreciable familia, ¡aquí estoy con mi Papá y te manda muchos saludos! Anexándome una foto que al verla ahora que me he enterado de su fallecimiento hace que se me nublen los ojos de lágrimas, pensando como si desde ese momento nos hubiéramos despedido, puesto que no tuvimos otra comunicación. No quise verlo en su féretro en su funeral. Prefiero recordarlo así. Deseo pronta resignación para su ejemplar esposa, Doña Anita, así como para sus apreciados hijos.
Todo es cuestión de decirle, ¡Adiós, Don Carlos!
Alberto Sandoval es Coordinador de Alianza Civil, A.C. Correo: AlbertoSandoval@AlianzaCivil.Org Internet: www.AlianzaCivil.Org Facebook: AlianzaCivil Twitter: @AlSandoval