Siento ver en tu ser mi vida entera
y siento en tu pecho mi morada,
siento por vez primera tu llegada
en este día de angustia para mí.
¡Oh mujer que entristece si yo sufro!,
¡oh mujer que sollozas si yo lloro!,
¡oh mujer que en silencio yo te imploro!,
que guíes por buen sendero mi sufrir.
Que camines delante de mis pasos
nuevamente como cuando era niño
y sentirme seguro entre tus brazos
y llorar chipiloso en tu corpiño.
Porque quiero valerme por mí mismo
para que me comprendas siempre, siempre
y vivir a tu lado todo el tiempo
aquí y allá y eternamente.
Acompáñame pues, madre querida,
para no tropezar más en las piedras,
para yo no caer en los barrancos,
para ya no espinarme con las hierbas.
Quiero sentirme yo a tu lado fuerte
como cuando me diste luz y vida
y te sientas por siempre muy querida
por el azahar que hiciste: fruto y muerte.
José Miguel Ángel Hernández Villanueva