El panismo ensenadense habrá de enfrentar la próxima elección del 5 de junio con la peor crisis de su historia a cuestas.
Una vez más con un candidato externo impuesto, el empresario socio de Sempra, Carlos Loyola Peterson, repudiado por la militancia y, sobre todo, por las figuras de más rancio abolengo dentro del partido.
Aspirantes que se quedaron en el camino, y el grueso de la militancia, acusan a sus dirigentes de privilegiar los negocios fraguados entre el gobernador, las cúpulas y el senador Ernesto Ruffo Appel, a quien por lustros erigieron como su apóstol pero que en los últimos años se ha convertido en el verdugo del blanquiazul.
La asamblea donde se les informó a los panistas que no había vuelta atrás en la designación de Loyola era un funeral, de hombros caídos. Ahí mismo en plan melodramático el ex alcalde y ex diputado federal César Mancillas presentó su renuncia –o por lo menos montó el simulacro– y la de su padre y hermano, pioneros del partido.
“Nos vamos, nuestra honra ha sido manchada. Nos vamos siendo congruentes, donde no haya intromisiones, donde no haya pleitos, donde no haya mezquindades”. Dijo que regresará cuando se vayan los actuales directivos del PAN, “a quienes nunca les costó nada, nada más llegaron a cobrar”.
Mancillas con su padre a la diestra y su hermano a la derecha se retiró ante el aplauso de la poca militancia presente, solidarios con su renuncia no tanto por simpatía sino por el enojo ante las decisiones copulares. Mancillas con encuestas propias e internas del partido se encaminó hacia el Parque Revolución –“donde nació la rufomanía”– y reiteró ante un centenar de simpatizantes que buscará la candidatura en el PRD o cualquier otro partido.