El 18 de abril se cumplirán 20 años. Cuando corría en las instalaciones del CREA como parte de su rutina mañanera para ejercitarse, José Arturo Ochoa Palacios, fue asesinado. Era 1996. Tenía dos años de haber abandonado la titularidad de la delegación de la PGR. La suya fue una muerte, todos los saben, ordenada por los hermanos Arellano Félix, entonces intocables y hoy algunos muertos, otros presos pero impunes por ese y otros asesinatos. A pesar de ser el de Arturo un crimen a consecuencia de su paso por el gobierno, ni el Ministerio Público federal ni el local, hicieron por resolverlo. Enviaron el caso al olvido. No pudieron confirmar que la vida del abogado estuviese ligada a la deshonestidad o a la complicidad, por eso se les complicó, y en el entramado de la corrupción nadie quiso ir tras los Arellano y sus pistoleros. Sin palpar la justicia, la familia Ochoa ofrecerá un misa en recuerdo de su Arturo, el domingo 17 de abril de 2016 en la Parroquia Santa Teresa de Ávila, en la colonia Gabilondo.