Inicio este texto solicitándoles imaginar por un momento que en la casa de ustedes, en una de sus habitaciones ciertas personas ingresaron sin permiso y durante más o menos 16 años no han tomado la decisión de sacarlos de ahí “hasta no agotar el diálogo”.
Si bien es de conocimiento público que unos extraños ocupan una de sus recámaras la autoridad no se atreve a ingresar porque es propiedad privada independiente que ahí se droguen, vendan estupefacientes, emborrachen y se cometan un sinfín de ilícitos sin su consentimiento.
Lo que acabo de describir con ayuda de su imaginación es real y está pasando hoy en día en la Universidad Nacional Autónoma de México, llamada Máxima Casa de Estudios.
El auditorio Justo Sierra, inaugurado en 1954, se encuentra ubicado en la Facultad de Filosofía y Letras, fue en 1966 que se le nombró coloquialmente Ernesto “Che” Guevara. Ahí se realizaban mesas de discusión, conciertos, exhibían películas (Cine Club Universitario), inclusive figuras de la talla de Pablo Neruda, Octavio Paz, Mario Benedetti o José Saramago dictaron conferencias ante la comunidad estudiantil. La Orquesta Filarmónica Universitaria se presentó en este lugar declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.
Lo anterior no ha sido suficiente para que la autoridad universitaria intervenga en ¡16 años! Sí, leyó usted bien, hace 16 años un grupo de pseudo-estudiantes tomaron esta instalación bajo el pretexto de ser “un espacio libre y autónomo”.
Este sitio actualmente se encuentra en ruinas, sus condiciones son deplorables, se utiliza como “tiendita”, es decir venta y consumo de drogas a estudiantes o gente de fuera. Ingerir alcohol es lo más “light” que acontece.
Hace tan solo unas semanas a Jorge Emilio Esquivel alias el “Yorch”, uno de los principales narcomenudistas de Ciudad Universitaria, lo detuvieron por venta de enervantes. Esta acción derivó que otros delincuentes en protesta causaran desmanes e incendiaran un vehículo de seguridad en la UNAM.
Desafortunadamente la autoridad competente dejó libre bajo fianza al tal “Yorch”.
El rector Enrique Graue se dice preocupado por lo acontecido y anda buscando apoyo para encontrar mecanismos de solución. Lo que debiera de hacer el rector es dejar de mostrarse solamente indignado y tener un poco de vergüenza y acudir al Ministerio Público a presentar la denuncia correspondiente por la serie de ilícitos que se cometen todos los días.
Si no quiere o no puede habrá que recordarle que por la facultad de derecho han pasado grandes abogados para que lo asesoren, un ejemplo es el ex Procurador General de la República Diego Valadés quien imparte clases en la UNAM. Estoy seguro que el ex Procurador no sería omiso, ¿o sí?
La pregunta es: ¿dónde carajo está la autoridad universitaria? Han pasado varios rectores y nadie enfrenta esta situación. Dicen que el diálogo debe prevalecer así pasen 16 años. Cuando se asume la responsabilidad de rector es porque se deben tomar decisiones importantes para la comunidad estudiantil y asumir riesgos.
Por otro lado está la autoridad federal y capitalina. A ellos la pregunta ¿por qué la omisión? No se vale decir que es por respeto a la autonomía universitaria; no, señores, la autonomía no es impunidad.
Mientras no actúen en consecuencia la sospecha pesará sobre sus hombros.
En ese espacio donde se llevaron décadas atrás reuniones y asambleas estudiantiles sobre movimientos sociales de los más significativos hoy es un lugar convertido en ícono de la delincuencia e impunidad solapado por la Universidad y las demás autoridades. Gran contradicción digna de una tesis doctoral para vergüenza universitaria.
Alejandro Caso Niebla es consultor en políticas públicas, comunicación y campañas; se ha desempeñado como vocero en la Secretaría de Hacienda y Secretaría de Desarrollo Social en el Gobierno Federal así como como Director de medios en la Presidencia de la República. También fungió como Director de Comunicación Social en el Gobierno del Estado de Baja California. Correo: alejandro@caudae.com @CasoAlejandro