Columna Invitada
“No hay dinero suficiente, estamos en crisis, las necesidades son muchas y los recursos escasos”, estas y otras muchas variaciones más sobre el mismo tema son las respuestas que reciben, individualmente o agrupados en alguna organización, los colonos, campesinos o ciudadanos de las capas pobres o medias cuando se acercan a solicitar el apoyo de alguno de los tres niveles de gobierno a sus necesidades de mejores espacios para la educación de sus hijos, mayor seguridad en sus colonias o alrededor de sus centros de trabajo, servicios públicos, algunos tan básicos como el alumbrado público, la recolección de la basura o mejores vialidades.
La negativa parece tan argumentada, tan contundente, y se repite además infalible y absolutamente unánime en los ayuntamientos, en las dependencias federales y en el gobierno del estado, sin importar que el gobernante en turno sea panista, priista o perredista, que a los ciudadanos indefensos no les queda de otra que aceptarla como cierta o, cuando menos, resignarse a dejar para las calendas griegas, como acostumbraban decir los romanos, o para cuando las vacas vuelen, como dicen en mi pueblo, la solución a sus ingentes problemas y carencias.
Pero, ¿cómo que no hay dinero, nos preguntaríamos todos al informarnos que el presupuesto aprobado para el Gobierno del Estado, a decir del Secretario de Planeación y Finanzas, Antonio Valladolid, es el más alto de la historia y supera los 44 mil millones de pesos?; ¿cómo que no hay dinero para que el municipio reponga los focos fundidos en el alumbrado público, si este año tienen aprobado gastar más de 5,800 millones de pesos?
No es posible, con tamaño dineral, que no haya con qué construir unos baños en las escuelas de la periferia o instalaciones más dignas para que se eduquen los niños de las zonas rurales en el abandono. ¿Cómo se explica tamaña contradicción, presupuestos mil millonarios por un lado y negativas a todas las peticiones populares, por el otro? Seguramente, podemos intuirlo, porque se gastan el dinero en otras cosas, quizá más importantes y necesarias, podríamos pensar ingenua y benévolamente.
Pero la respuesta más clara nos la dio el licenciado Enrique Peña Nieto en su libro México, la gran esperanza: “la población de mayores ingresos recibe la mayor proporción del gasto público destinado al desarrollo humano (salud, educación y apoyo al ingreso). Este reparto, lejos de disminuir las desigualdades, las acrecienta. Como ya se mencionó, el informe (se refiere al Informe sobre desarrollo humano 2011, aclaro yo) revela que el 20% de la población de mayores ingresos recibe el 31.7% del gasto destinado al desarrollo humano, mientras que el 20% más pobre sólo recibe un 13.1%”.
La cita es larga pero necesaria para que no se me acuse de calumniar a nuestras autoridades. Más claro no canta un gallo, los gobernantes actuales gastan más para asegurar la “salud, educación y apoyo al ingreso” de los que nadan en la abundancia; es decir, se gastan casi la tercera parte de ese presupuesto en ayudar a los que no necesitan nada. ¡Con razón nunca hay dinero para resolver las demandas de los más humildes!
Así lo publicó el actual Presidente de la República cuando era candidato a este puesto; las cosas ahora siguen igual o peor a cualquier nivel. No debemos, por tanto, esperar que esta situación cambie porque tengan claridad de lo que ocurre o porque se les conmueva su corazón a los más poderosos, económica o políticamente. La única salida está en que se una el pobre con el pobre para construir una fuerza capaz de hacerse oír, capaz de ejercer una presión social y política efectiva que obligue a que se reoriente el gasto público hacia los que más lo necesitan y, de esta manera, poner en marcha una política más eficaz en la lucha contra la pobreza que azota a la inmensa mayoría de los mexicanos.
Sólo así, por ejemplo, lograremos que se resuelvan demandas tan elementales y urgentes como la construcción de la primaria Margarita Morán, en la colonia del mismo nombre en Tijuana, que se introduzca el drenaje a esa misma colonia y a Girasoles, o que el Gobierno del Estado cumpla con su obligación de poner en marcha programas para mejorar la vivienda o dotar de tierra de interés social a los trabajadores que aún carecen de un pedacito de Baja California para albergar a sus familias. Esto sólo por poner algunos ejemplos.
Por ello a partir del 7 de marzo próximo, vecinos de diversas colonias populares de Tijuana, Mexicali y Ensenada y de comunidades rurales de los últimos dos municipios organizados en las filas del Movimiento Antorchista, emprenderemos una amplia campaña de denuncia de todos y cada uno de los compromisos de solución incumplidos por las autoridades, al mismo tiempo que anunciaremos diversas acciones de protesta pública para demandar el progreso que se nos niega porque, como ya quedó consignado en el libro del actual Presidente de la República, el gasto está mal orientado. De la opinión pública solicitamos y esperamos su apoyo solidario.
Ignacio Acosta Montes
Dirigente Estatal del Mov. Antorchista