Dobleplana
De joven casi nunca iba a misa. Solamente si me lo pedían mi madre o alguna novia. Luego de matrimoniado sólo en Navidad y Año Nuevo. Pero la desdicha se atravesó. Entonces 1980 estaba alejado de mi familia. Andaba huyendo del gobierno y los amigos traidores. Por eso buscando en quien tener apoyo en mi soledad terminé en la Iglesia. A veces pasaba horas y horas solo en la capilla guadalupana de Otay. Al sur del norteamericano San Diego. Cerca de la frontera bajacaliforniana. Y cada domingo cuando me visitaban esposa e hijos, todos nos apersonábamos en misa. Era 1980. Desde entonces no falté. Pasaron dos años. Regresé a Tijuana. Allí estaba cada domingo en la Iglesia de Santa Teresita. El padre Arturo de la Torre fue muy bondadoso. Me apoyó en todo y provocó mi participación en las ceremonias. A veces llevando ofrendas al altar. O en las lecturas. Y más en colecta de limosnas. Lo hacía con una canastita de mimbre como frutero. Fieles en su mayoría de clase medieros para arriba. Solamente los ancianitos soltaban sus monedas. Pero la mayoría eran dólares. Nunca vi un billete de 50. Menos varios o de a 100. Sí de 20, 5 y uno. También pesos: 100, 50 ó 20. Empezando los noventas cambié domicilio y por eso de Iglesia. San Miguel. Más grande. Mucha asistencia. El padre Eduardo Martínez la guiaba. Pocas ocasiones fui comisionado a recoger limosnas. Y nunca me tocó una grande. Tampoco vi mafiosos. O esposas con hijos. Nadie adinerado de la noche a la mañana. Solamente una señora ya muy entrada en años. Llegaba a pie. Dificultosamente. Sin lujos. Podía transportarse cómoda y elegantemente. Todos sabíamos: Parte de su parentela navegaba con la bandera mafiosa. Todos adinerados. Carrazos. Pero siempre le miraba el dolor en su rostro. Desde cuando encarcelaron a uno de sus hijos. Ya mayor. Luego enlutada porque no era secreto. Le mataron a dos y un nieto. Ejecutados y en la calle. Por eso aquella anciana era el dolor andando. Pero nunca supe ni me dijeron: “Dio mucho dinero a la Iglesia”.
Desgraciadamente los Arellano Félix desdibujaron a la Iglesia. Publiqué fotos de ostentosos bautizos en su casa y no la Iglesia. Y todo mundo supimos cuando el sacerdote Eduardo Montaño los acompañó al Distrito Federal. En avión desde Tijuana. Casi les llevó de la mano con el Nuncio Apostólico. Y este señor fue a Los Pinos. Buscó en el Presidente Carlos Salinas lo que él no pudo: Absolverlos del pecado por el asesinato del Cardenal Posadas y Ocampo. También el Cardenal de Guadalajara Juan Sandoval Íñiguez recibió en su casona a la señora madre de los Arellano. Le llevó una carta. Nunca se conoció el contenido. Pero me supongo el ruego del perdón.
En Tijuana todo eso empató con grandes construcciones en la Iglesia. Se generalizó el chismorreo: “Los Arellano pagan”. El entonces Obispo Emilio Berlié Belaunzarán no pudo parar las habladurías. Al contrario. Se encorajinó. Me consta: Amenazó excomulgar reporteros cuando le preguntaron sobre el dinero mal recibido. Eso sí, jamás negaré su gran tarea pastoral. Pero la mancha no se la borró. Entonces los decires en la Iglesia fueron: Iba derechito a Cardenal y terminó de Arzobispo lo más lejos de Tijuana: Yucatán. A tanto llegó el escándalo: Dos o tres rechazaron el obispado para suplirlo. Hasta cuando llegó el valiente Rafael Romo Muñoz. Con mucha paciencia, dedicación y ayuda de Dios a pegar los pedacitos de tanto plato roto. En fin. Los Arellano ya no se paran en la Iglesia. Lo hicieron cuando les convino. Fue más interés que religión. Además todos viven en Estados Unidos y no se atreven a cruzar la frontera. De cuando en vez lo hace Francisco Javier, el más chico y revoltoso. He sabido de esposas, hijas o hermanos de mafiosos segunderos asistiendo a misa. Pero hasta eso. Ni siquiera son espléndidos. Me da la impresión: Van más a lucir su nueva riqueza y no escuchar la palabra de Dios.
Hay otros narcotraficantes más dadivosos y religiosos. Sobre todo en Sinaloa. Ayudan a sus vecinos o paisanos. Y no dudo que directa o disfrazadamente le manden sus buenos billetes a la Iglesia. Muchas son depositadas en la capilla de Jesús Malverde. Pero técnicamente si los mafiosos dan limosna no es “lavado”. Indebido hasta el pecado es cuando el sacerdote recibe sabiendo que un mafioso desembolsa. Supongo que ha sucedido pero no tengo pruebas. El “lavado” se consuma cuando en malandro compra carro, casa o más y le facturan a nombre de otra persona. O depositar en un banco y a los cinco minutos o el día siguiente retirarlo todo. Ya tiene un comprobante que legaliza sus billetes.
Hace poco escuché al Procurador General de la República, Licenciado Daniel Cabeza de Vaca: En México y Estados Unidos hay edificios de grandes corporaciones donde “se lava dinero”. Como abogado debe decir lo que sabe. Pero si no hace nada es peor que un mafioso dando limosna. También oí a Santiago Creel decir: La Secretaría de Hacienda debe intervenir más. Cierto. Pero hay un punto clave. Muchos piensan que esta oficina otorga los permisos para las casas de cambio. Y es falso. Nada más existen 19 en nuestro país. Sus ejecutivos deben estar ligados al sistema financiero y con permiso del Banco de México. Necesitan demostrar oficialmente operar con una base de tres millones de dólares. Rendir un informe diario al Gobierno Federal. Los nombres de sus clientes. Las cantidades generadas y gastadas. Reporte semestral y riguroso pago de impuestos. Operan casi como un banco. De las 19 funcionan solamente en Tijuana. Inverlat, Sterling, Monex, Inbtercontinental y Plus. Pero aparte hay 350 o más. Oficialmente son: “Centros Cambiarios o Multiservicios”. No necesitan tanto requisito para instalarse. Nada más declarar un capital de 50 mil pesos. Pagar al Ayuntamiento y adelante. No exigen a el o los dueños ser financieros, permiso del Banco de México o por lo menos certificado de primaria.
Cada “centro cambiario” mueve diariamente unos 30 mil dólares. Échele: 10 millones 500 mil dólares entre todas. Y si se suma esa cantidad por año son 3 mil 832 millones de dólares. Y a nadie le reportan. Muchas son controladas por los narcotraficantes de Sinaloa, Sonora, Baja California y California. A veces canjean hasta 70 mil dólares diarios. Eso significa 9 mil millones de dólares por año. Me enteré que hay unas 3,500 casas cambiarias de esas en el país. Mueven unos 900 mil millones de dólares al año. Lo curioso son estas cuentas de la Organización de Estados Americanos (OEA). En 2002 el gobierno mexicano reportó 65 personas detenidas por “lavado de dinero”. Sólo sentenciaron a 11. Decomisaron 2 millones de dólares. En el 2003, 41 capturados, 17 condenados con 3 millones de dólares Y 2004, de 64 sólo 16 terminaron encarcelados. Les incautaron 276 mil dólares. No se comparan con los 10 millones de dólares diarios que mueven las llamadas casas de cambio en Tijuana. O los 900 mil millones en todo el país. Si Usted o tú, Lector, me preguntan qué hacen la PGR y Hacienda, la respuesta tiene cuatro letras: Nada. Como dicen ahora los jóvenes: “No manches”…se andan fijando en limosnas pichicatas. Estoy seguro: Deben depositar más los funcionarios corruptos.
Escrito tomado de la colección “Conversaciones Privadas” y publicado el 24 de abril de 2009; propiedad de Jesús Blancornelas.