De Trez en Trez
1.- Mi siempre sabia abuela me cuenta que, por estos días de la semana mayor, allá en su pueblo natal del occidente del país, además de las misas obligatorias, las visitas de los templos y las procesiones, los habitantes realizaban ciertas acciones precisamente en estos “días santos”.
Me dice, por ejemplo, que la semana mayor era en sus tiempos de total recogimiento y no como en la actualidad, que mucho se la pasan…celebrando en vez de reflexionar acerca de los misterios de la religión que dicen profesar.
Nada de ruido, música, televisión o radio, dice mi abuela y explica: “Además de que esos aparatos electrónicos no eran muy comunes, las personas eran muy respetuosas de los días de guardar.” Y agrega diciendo que tampoco había gritos o regaños para los hijos que hacían travesuras… “pero las pagaban el fin de semana cuando les dábamos su sábado de gloria” por las fechorías realizadas.
“Hasta se hablaba en voz baja, pocas palabras, nada de aspavientos ni alharaca, se cubrían las imágenes religiosas y el ayuno era casi obligatorio hasta pasado el mediodía del viernes santo…” recuerda la abuela quien coquetea casi con los noventa años pero su mente, salvo algunos “resbalones” sigue lúcida.
Eso sí –sigue contando– después de la “malpasada” obligatoria, le entraban duro y macizo a los charales con limón y salsa, a la sopa de habas y, si alcanzaba el dinero, a las tortitas de camarón seco con chile colorado y nopales, la capirotada como postre y quedaban “como el perrito de tía Chepa: flaquitos, pero panzones.
El viernes santo –continúa la casi nonagenaria– poco después del medio día, los habitantes del pueblo prendían pequeñas fogatas aquí y allá, “para hacer humo nada más, pues se trataba de ayudar a Jesús a esconderse de los soldados romanos que lo andaban buscando.” Eran creencias populares.
2.- Cuando llegó a Tijuana, a inicios de los años 40´s, la abuela continuó observando sus costumbres y las inculcó a sus hijos para que hicieran lo mismo con sus descendientes, pero vio cómo con el transcurso del tiempo, el crecimiento de la población y los “tiempos actuales”, poco a poco esas costumbres se fueron perdiendo.
Ahora, muchos creyentes no observan tan rigurosamente “los días de guardar”; eso sí, esperan con ansias la llegada de la “semana santa” para guardar y empacar sus cosas y todo lo necesario para salir “como alma que lleva el diablo” hacia algún destino turístico.
Y entonces sí, allá toman como fiesta la llamada semana mayor, se ponen unas “santas guarapetas” y le dan vuelo al recogimiento desde su muy particular óptica.
3.- ¿Silencio? ¿Respeto? ¡Para nada! La música y el baile a todo lo que da, pura fiesta y comilonas; el humo que se puede apreciar no es para “destantear a los soldados romanos” sino el que sale de los asadores donde se preparan los platillos que habrán de disfrutar, desde luego, acompañados de “espirituosas bebidas” para estar a tono con la temporada.
“No mijito, las cosas ya no son como antes…” termina por hoy sus recuerdos la abuela.
P.D.- Como que de vez en cuando hace falta un poco de paz y recogimiento…
P.D. 2- A propósito de fechas importantes, hace tiempo que el 18 de marzo no es como el de antes, ni el 21 de marzo… ¿A qué se deberá? Sí, ya sé…
Óscar Hernández Espinoza es egresado de la Facultad de Derecho por la UABC y es profesor de Cultura de la Legalidad y de Formación Cívica y Ética en Tijuana. Correo: profeohe@hotmail.com