Quisiera ser la franja luminosa
que atravesara fácil tu ventana
para decir que eres la más hermosa
que conociera ayer, hoy y mañana.
Pero no por tu cara ni tu boca
ni por tu estampa de muere divina
ni por tu ritmo frágil que provoca,
al andar, placer que engolosina.
Más que todo, por lo que llevas dentro
de tu pecho, ¡en tu alma cobijado!,
un noble, fino y bello sentimiento
que me hace muy dichoso y muy honrado.
Al conocerte, a ti, ¡qué maravilla!,
más suerte no pude haber tenido,
este acontecimiento más me orilla
a vivir más de lo que ya he vivido.
Aunque sea nada más de pensamiento,
mi vida ofrezco para ti de hinojos,
imitando contigo lo que siento,
expresándolo firme ante tus ojos.
Por eso, agradeciendo tus favores
de antemano, me siento complacido,
te llamaré: ¡El amor de mis amores!,
ahora, diariamente, ¡muy seguido!
José Miguel Ángel Hernández Villanueva