Permíteme llamarte mariposa
para observarte siempre sonrojada,
al contacto fugaz de mi mirada
mientras de mí tú piensas otra cosa.
He querido decirte muchas cosas,
pero mi voz al verte se me apaga,
porque no puedo dar, solo pedir,
pues el habla la tengo en la mirada.
Al ver que tú me llamas siento cosas
que quisiera decirte, mas no puedo,
te lo diré algún día con unas rosas,
que por favor me aceptes, te lo ruego.
Yo quiero hablar contigo tanto, tanto,
en un segundo lentísimo siquiera,
pero el deseo se me convierte en llanto
y la voz se me apaga de a de veras.
Y es por eso, mariposa,
que vienes de flor en flor,
ven y dime candorosa
cómo cultivar la rosa
que todos llaman amor.
José Miguel Ángel Hernández Villanueva
Tijuana, B. C.
