(EDICIÓN IMPRESA) Los Mochis, Sinaloa.- Estar frente a “El Chapo” y verlo preocupado. Sin hablar. Con los ojos intranquilos. “Estaba sorprendido, pero muy serio, como diciendo ‘chin… ¿Ellos otra vez?’”.
La imagen se desprende del testimonio recogido por ZETA, de un elemento de la Marina que participó en el traslado de Joaquín Guzmán Loera -el narcotraficante que fue el más buscado del mundo- al aeropuerto de Los Mochis, Sinaloa. De cara a la reportera, el marino intercambia risas con su compañero sin voltear a verlo, sin despegar la mano del rifle AR-15 que cuelga de su hombro.
El casco, los lentes de sol y la bufanda militar árabe, ocupan casi todo su rostro. De ahí que su sonrisa sea la única expresión visible durante el relato. “Lo sentí como si fuera el trayecto más largo de mi vida. Había mucha tensión de que llegara gente a quitárnoslo”.
Visto desde un mapa, un trazo recto de 20.66 kilómetros une al Motel Doux -donde el capo fue entregado a la Marina por la Policía Federal- del pequeño recinto aeroportuario de la ciudad de Los Mochis, pero la ruta se hace más larga al seguir el tramo carretero.
A cálculos del marino, en menos de quince minutos, el convoy llegó al aeropuerto con apenas tres salas de abordar y con 243 mil 300 pasajeros al año, cifra muy por debajo de los más de 34 millones del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
Han pasado 30 horas desde entonces. El marino está parado en el cruce entre el Bulevar Jiquilpan y la Avenida Río Presidio. A una cuadra de la casa de seguridad donde “El Chapo” fue sorprendido, pero logró escapar del grupo de la Marina que dejó muertos a cinco de sus sicarios.
Los marinos han permanecido ahí desde entonces. En la noche toman turnos para dormitar sobre las cajas de sus pick-ups y en las bancas metálicas colocadas sobre ellas. Por lo menos seis camionetas tipo pick-up de color gris con la leyenda “Marina” custodian las cuadras alrededor de la vivienda.
Hasta ese día, el paso está prohibido para cualquiera. A personas a pie, en bicicleta o motocicleta, se les indica rodear cuadras para avanzar una cuadra; automóviles, autobuses de transporte público y camiones de carga se ven forzados a doblar en las esquinas.
Conforme pasan las horas, se apacigua la amenaza de que un grupo armado ataque a los marinos, pero crece la curiosidad de familias, niños y jóvenes que se mantienen en guardia, entre decenas de reporteros, camarógrafos y fotógrafos, frente a la vivienda blanca donde se escondía “El Chapo” Guzmán.
LA PROTECCIÓN, LA IMPUNIDAD
La sorpresa en Guzmán Loera al saberse alcanzado y detenido, que evoca el marino en su relato, se entiende al conocer el entorno de encubrimiento y corrupción brindado por autoridades y corporaciones de Seguridad Pública en Sinaloa, particularmente en el municipio de Ahome -al cual pertenece Los Mochis- y la región norte del Estado.
Una vez iniciado el enfrentamiento armado entre la Marina y el grupo a mando de “El Chapo”, alrededor de las 4:00 am del viernes 8 de enero, testigos relataron a este Semanario cómo unidades del Ejército intentaron penetrar el perímetro de seguridad. Marinos se apersonaron y les negaron el paso.
Minutos después, un militar de rango superior exigió el ingreso. Entonces, a dos elementos del Ejército se les permitió la entrada al área, pero se les impidió acercarse a la vivienda. La Policía Municipal mantuvo su distancia. Mandos esperaron horas a 500 metros del lugar, escuchando el intercambio de disparos.
Un grupo de policías que quedó a unos 100 metros de la casa de seguridad, fue descubierto escondido detrás de sus patrullas por los marinos. No había intención de intervenir. En la ciudad, tanto a la Policía Municipal como a la Policía Ministerial y a autoridades municipales y estatales se les vincula con el Cártel de Sinaloa, según información proporcionada a ZETA en Sinaloa.
Y es que en la disputa entre el Cártel de Sinaloa y el Cártel de los Beltrán Leyva por el dominio de la zona norte de Sinaloa, el gobierno se ha visto involucrado. En 2013, circuló un vídeo de Frank Armenta Espinoza, entonces escolta del gobernador de Sinaloa, Mario López Valdés “Malova”, acusando al mandatario de proteger al Cártel de Sinaloa.
Dos meses después, apareció degollado. Tanto el secuestro como la ejecución se atribuyó a los Beltrán Leyva. Aunque el gobierno estatal aseguró que Armenta Espinoza había sido torturado por grupos criminales y obligado a acusar a “Malova”, la incriminación se mantiene.
UN GOLPE DE SUERTE, NO UNA MISIÓN CUMPLIDA
El operativo que desencadenó la recaptura del líder del Cártel de Sinaloa, tenía un objetivo: detener a Iván Orso Gastélum “El Cholo Iván” y no a “El Chapo” Guzmán, como asegura la versión oficial del Gobierno de la República, según información recogida por ZETA.
“El Cholo Iván”, también prófugo desde su escape de la cárcel en 2009, se había convertido en uno de los criminales más buscados en México tanto por las autoridades como por sus rivales.
El jefe de plaza de “El Chapo” disputaba el control del narcotráfico en el municipio de Ahome -al cual pertenece Los Mochis-, la zona norte del Estado, la región del Évora que incluye los municipios de Angostura, Mocorito, Badiraguato, así como Guamúchil.
Su principal oponente era el líder operativo de Héctor Beltrán Leyva, Fausto Isidro Meza Flores “Chapito Isidro” y a quien, en Los Mochis, se le atribuye haber informado a las autoridades de la localización del “Cholo Iván”.
Vecinos del fraccionamiento Palmas, donde se encuentra la casa blanca donde la madrugada del 8 de enero, fueron sorprendidos “El Chapo”, “El Cholo Iván” y sus hombres, relatan que desde el jueves por la noche, comenzó ahí una fiesta.
Música a alto volumen y carcajadas, se escucharon durante horas hasta que a las 4:15 de la madrugada se escucharon los primeros disparos.
“Yo pensé que eran cohetes, como estos días han sido festivos, pero escuché que eran más fuertes las detonaciones y vi el operativo con muchas patrullas de marinos que tenían cerrada la calle”, cuenta uno de los vecinos más cercanos.
Más tarde, a las 6:30 de la mañana, un hombre que circulaba en bicicleta, sintió las ráfagas de viento que provocaban las hélices de un helicóptero que se mantenía volando 40 metros por encima de él. “Los marinos andaban aluzando las casas por arriba los militares.
Las ráfagas se terminaron como una hora, media hora, poquito más, pero no dejaban salir y yo no quería salir a esa hora”, comentó un hombre de edad mayor.
Sobre el cruce del Bulevar Jiquilpan y Río Quelite, se encontraba la casa donde inició el enfrentamiento que dejó muertos en patios vecinos sobre la calle Río Presidio y Río Quelite.
Uno de los marinos reconoce: “La verdad es que sí dieron su vida por él y eso no cualquiera lo hace”. En su intento por huir, cinco hombres de entre 27 y 35 años de edad, fueron abatidos a balazos.
ESCAPAR ENTRE TÚNELES
Al mismo tiempo, “El Chapo” y “El Cholo Iván” hacían lo mismo, pero bajo tierra. En el que se presume era el cuarto de Guzmán Loera, un amplio armario con clóset integrado ocultaba la puerta de metal que daba acceso a un túnel de dos metros de altura y 15 de largo.
Al llegar hasta la habitación, los marinos dispararon en varias ocasiones contra el espejo, sin encontrar puertas falsas. El dispositivo era más sofisticado.
Es necesario desatornillar uno de los focos en el techo del clóset, para que una palanca colocada a un lado de la corriente de electricidad, salga a la vista. Al jalar de ella, se abre la pesada pared de metal que da entrada al pasadizo. La ubicación de la casa era precisa.
En 2010, se colocó un nuevo sistema de alcantarillado en Los Mochis con salida en el Dren Juárez, ubicado justo debajo del Bulevar Jiquilpan. A diferencia de otros sistemas pluviales de la ciudad, éste tiene una forma cuadrangular y no circular. Tiene un metro de altura, casi lo mismo de ancho y varias puertas de salida sobre el bulevar.
En su huida, “El Chapo” se arrastró poco más de 800 metros, pasó casi debajo de una taquería, una clínica veterinaria, una refaccionaria, salas de cine y una tienda Walmart para salir frente a un restaurante de pollo asado.
Testigos dicen haberlo visto abrir la pequeña puerta de poco más de 60 centímetros de ancho, en medio de la lluvia, para sacar a un automovilista de su Jetta blanco modelo 1996 y emprender la huida hacia la Carretera Federal 15 de Los Mochis a Navojoa.
Sobre esa autopista, entre campos de maíz, frijol, plátano y hoteles de paso, el narcotraficante fue detenido por dos elementos de la Policía Federal, quienes lo ingresaron a la habitación 51 del Motel Doux, ubicado a minutos del sitio de arresto.
Los patrulleros eligieron la penúltima habitación al fondo del motel. Ingresaron a la cochera y cerraron la puerta metálica, cuando un trabajador del lugar acudió para cobrar la cuota de 300 pesos por seis horas, se le ordenó que se retirara. Ahí pasaron los minutos hasta que llegaron más unidades de la Policía Federal a custodiar el sitio y, más tarde, elementos de la Marina a realizar el traslado. El capo había caído en un operativo ajeno a él.
En el corralón, el carro donde escapó “El Chapo”
Todavía quedan pedazos de tierra y lodo sobre la palanca, los asientos y las puertas. El carro Jetta blanco modelo 1996 ocupa un pequeño espacio dentro de las más de cuatro hectáreas de terreno del corralón de Los Mochis. Es el vehículo donde “El Chapo” Guzmán intentó huir.
Ubicado en el Ejido México, a un costado de la carretera Los Mochis-Topolobampo y a 15 minutos del Motel Doux -donde el narcotraficante permaneció antes de ser llevado al aeropuerto-, el sitio alberga unos mil 500 vehículos. De acuerdo con versiones de testigos recogidas por ZETA, “El Chapo” salió de la alcantarilla ubicada en el cruce de los bulevares Antonio Rosales y Jiquilpan, y robó el carro compacto al automovilista.
Tras ser remolcado y custodiado por la Policía Municipal, fue llevado en la plataforma de una grúa hasta el corralón, a espaldas de un pequeño campo de beisbol. En el parabrisas, letras blancas advierten “!!NO TOCAR¡¡” (sic). Con las ventanas abajo y un par de hojas secas alrededor -caídas del árbol bajo el que se encuentra-, el carro no presenta golpes ni abolladuras.
En el interior, se observan dos gorras, una bolsa de aceite para carro, un control remoto y documentos bancarios acomodados en un fólder, todo encima de una sábana a rayas colocada encima del asiento trasero. El encargado del lugar explicó que el sábado 9 de enero, peritos de la PGR vestidos de pies a cabeza de blanco, llegaron para fotografiar y tomar pruebas del vehículo.
Hasta el momento no ha sido reclamado por el propietario, quien lo reportó como robado al momento, razón por la cual se detuvo al narcotraficante.