El domingo 29 de noviembre de 2015 empezó la preparación de la Iglesia que fundó Jesucristo, el Adviento. El color púrpura viste los interiores de la casa de Dios. Así está el calendario de la Iglesia y ya llegó. Pero desde antes, las fiestas de fin de año han venido siendo anunciadas por los voraces comerciantes, como en tienda Ley, con el mensaje “Felices fiestas” bajo una torre de cerveza, licor y vinos. La fiesta y celebración del nacimiento del hijo de Dios no debe realizarse con tanta incitación al vino, cerveza o licor. Mal que queden estas dos fiestas a una semana de separación. El pueblo junta tales fiestas y son mezcladas, más para mal que para bien. ¿Qué hubiese pasado si el nacimiento de Jesucristo cae en abril, julio, febrero? ¿Y el fin de año igual? Sería más creencia, menos gasto pa’los que tienen, menos alcohol, menos desviación, etcétera. Celebrar el fin de año con una copa, bien. Pero desvelos, excesos, mal. Y menos cubrirse o agarrar de pretexto la celebración del nacimiento del hijo de Dios. Amén de la Nochebuena, ésa sí es digna de celebrarse con amor, medida, respeto y paz; junto con amor. Hasta la próxima. Dos fiestas diferentes. Leopoldo Durán Ramírez Tijuana, B. C.