Este viernes 18 de diciembre de 2015, lo más seguro es que el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, se sienta muy en su ambiente: aplaudido y seguro del escenario. En el todavía Distrito Federal, convocó a todos los gobernadores de los Estados, al Jefe de Gobierno del Distrito Federal, a secretarios de Seguridad, procuradores, Fuerzas Armadas y a diversos funcionarios que tienen responsabilidad en la seguridad pública, la procuración de justicia y, por supuesto a algunos ciudadanos. Se trata de la segunda reunión de 2015, del Consejo Nacional de Seguridad. De acuerdo a la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad, promulgada en 2009 durante la administración de Felipe Calderón Hinojosa y ante la emergencia por el incremento en la violencia e inseguridad y la llamada guerra contra las drogas, se estableció que para ejercer una real coordinación en el combate a la criminalidad, y la disminución de la corrupción que lleva a la impunidad, las corporaciones civiles se reunirían por lo menos una vez cada seis meses. La realidad fue que ante la desastrosa situación de inseguridad y violencia en el País, producto de la guerra de los cárteles de la droga y la cruzada emprendida por Calderón, las reuniones del Consejo Nacional de Seguridad se llevaban a cabo cada tres meses. Ahí se establecían políticas públicas en materia de seguridad, se determinaban apoyos a los Estados dependiendo del nivel de violencia e inseguridad que tuvieran, y se asignaban recursos para adquirir programas, herramientas y establecer estrategias para combatir a los narcotraficantes. Las reuniones tenían el objetivo de que el esfuerzo en el combate a la inseguridad fuese conjunto. Una sola estrategia, que variaba dependiendo de la región y los recursos del Estado que se tratase. Buena o mala, funcional o no, había una estrategia a seguir. <p>Enrique Peña Nieto debe seguir la misma Ley. Pero lo suyo es más de foto y saludos que de estrategias coordinadas con los Estados. ¿Recuerdan el tiempo que tardó en reaccionar y apoyar a Guerrero en el caso Ayotzinapa? ¿O a Michoacán? Acaso al único Estado que auxilió prácticamente de manera inmediata -porque ya andaban allá- fue a Jalisco en aquel viernes negro, cuando criminales del Cártel Jalisco Nueva Generación derribaron un helicóptero de la Secretaría de la Defensa Nacional. Para empezar, el Presidente convoca a la reunión de seguridad nacional cuando se lo recomiendan, se acuerda, le exigen o cuando tiene tiempo, y no cada seis meses, mucho menos cada tres. La reunión previa a la del 18 de diciembre fue en el mes de agosto de este año, cuatro meses atrás. Y la anterior a la de agosto fue en diciembre de 2014, ocho meses después y no los seis que la Ley puntualiza. Ciertamente el mandatario, como lo hacía Calderón, puede convocar cuando le venga en gana, pero mínimo cada seis meses. Inexperto en el combate a la seguridad -no fue su fuerte como Gobernador del Estado de México-, a tres años de gobierno y una inseguridad donde la violencia se va intensificando ante la ausencia de una estrategia efectiva de combate a la corrupción y la impunidad, Peña Nieto no ha logrado coordinar los ánimos de los Estados para seguirle en un objetivo común. Quienes han acudido a las no tan frecuentes reuniones de seguridad nacional, explican que no hay acuerdos, que no se exponen los problemas de cada Estado o región para entre todos, liderados por el Presidente de la República o el Secretario de Gobernación, llegar a estrategias de combate conjuntas que logren resultados efectivos que determinen en la disminución de la inseguridad, en la captura de criminales o en la desarticulación de células o bandas de delincuentes. El discurso del México en Paz avasalló al Presidente que lo creó. No recula en ello y ahoga a los mexicanos ante la inseguridad. Está a punto de rebasar los ejecutados que, en el mismo periodo, tuvo su antecesor, que con menos cárteles, se reunía cada tres meses le funcionara o no; se veía por lo menos el esfuerzo. Resulta que estábamos mejor cuando estábamos mal. Todos los gobernadores, incluso los de oposición al partido del Presidente, se presentan al acto protocolario más para salir en la foto. Se olvidan de compromisos, violencia e inseguridad, y se dedican a aplaudir, mientras secretarios de Seguridad y procuradores que sí tienen el compromiso, regresan frustrados al salir sin acuerdos ni estrategias, mucho menos coordinación. Poco trabajo y mucho aplauso. A ver cómo les va el viernes 18… luego les digo.