No pretenderé juzgarlos, porque ya están grandecitos, solo intento despertarlos del sueño de ser riquitos. Tantas horas en un día, ¿cuántos días a la semana? ¿Dónde queda tu valía?, si te pierdes de mañana. Años que lleven jugando hacen rico al millonario, las moneditas sonando y él feliz, en su balneario. Hace falta tu presencia, el perro también te extraña, pues cuando nota tu ausencia por qué le gruñe la entraña. ¿El alimento le surtes?, compras despensa primero y tu familia no sufre por hambre ni frío, somero. Apuestas lo que no es tuyo, del trabajo te resumes, te pareces al sorullo y el dinero, lo presumes. Me enfada estar encerrado como que la casa apesta, mejor estar aferrado con el zar de las apuestas. Sabemos que estás enfermo, pero no buscas ayuda te llevas hasta a tu yerno, lo ilusionas, con la duda. ¡Mira, me encontré un billete!, de cien dólares, compita, me libraré del grillete y ya, nos vamos ahorita. Hoy sí ganamos, manito, presiento que traigo suerte, dobletearé el dinerito que le quité a mi consorte. Verás que luego llegando me saluda el de la barra y ahí me estoy emocionando aunque mi vieja, me enfada. Ve pidiendo una bebida, que ahorita yo se la pago y si gano ni se diga… le invito a todos un trago. La mujer también se prende, aunque en menor porcentaje, si pierde todo, se vende o en la puesta deja el traje. No alcanzan a ver el abismo que se abre bajo sus plantas, si ganan lo dejan ahí mismo, ni se enfadan ni se espantan. Sacúdanse el maldito vicio que las tiene aprisionadas, van a perder hasta el juicio en el bingo y por nada. El Señor de las apuestas se está frotando las manos, pone el freno en la ruleta y bastonea lo ganado. Juegan hasta en Viernes Santo, gustosos a tirar el dinero y en su casa deben tanto, ¡que paguen el agua primero!