La juventud confundida interpreta mal la libertad, refleja que está perdida, el libertinaje es su verdad. Los avances tecnológicos los tienen embelesados, las redes sociales, lógico, los dejan descabezados. Yo no digo que sean todos, conozco a algunos decentes, pero otros parecen toros, no respetan a la gente. Repiten todo lo que escuchan, no razonan, no hay criterio, si tienen trompa de chucha, lo que oyes, no es un misterio. Al llevar juguete nuevo, no cuestionas procedencia, no te asombres cuando luego que le hables… finja demencia. Así comienza un ratero, tomando cosas ajenas, se la pasa de rapero, no se corta la melena. Cuando el niño se burla de ti le festejas sus groserías, luego lo quieres corregir, te escupirá majaderías. Al niño lo dejamos ser o corregimos y educamos, pero no te quejes, al ver cómo tratará a sus hermanos. Cuando los padres se separan tal parece que se murieran, huerfanitos a la calle, no vuelven, ni quién los halle. No saben ser responsables ni esperan a que les hables, tiran la piedra, esconden la mano, en la bronca embarran al hermano. Se sienten que son muchos, conquistan a una morrita, si la embaraza el muchacho abandona a su bebita. De los padres grande culpa, por volvernos permisivos, sin ponerlos en la lupa y ante problemas, pasivos. Van a fiestas sin invitación, se cuelgan y sin permiso, tonterías, creen que es una canción, ni el más calmado es sumiso. Oblíguenlo a limpiar lo que raya para que no lo vuelva a hacer, vecino sin culpa, si no lo hallas, pues no lo ha visto desde ayer. Rayan todas las fachadas, ni su casa la respetan, patas de araña tachadas, rayonean hasta las puertas. Es juventud descarriada, reglas, no las obedecen, van a plaquear la barriada, si los regañan se crecen. Se pelean entre ellos mismos o les chiflan a los de enfrente, la droga los pone mensos y se la creen, que son muy fuertes. No respetan a sus mayores, se la pasan en la calle, ni ayudan en las labores, en la ciudad o en el valle. De pronto pasan corriendo cuando ven a la patrulla y después se quedan riendo si oyen que la sirena aúlla. Al reclamar a sus tutores en lugar de regañarlos comienzan a pedir favores, no intentarán ni calmarlos. Cuando matan a l más cabrito o lo encierran en la cárcel, un tiempo estarán tranquilitos y prenden el cigarro aquel. Irán todos al velorio, pero solo agarran cura con chistes del purgatorio, hablando pura basura. Al de la cárcel lo olvidan, pues saben que no hay visitas, el de adentro los envidia, los de afuera con bronquitas. Enséñenle buenos modales, que no haga bullying en la escuela, que ya respete a sus iguales, ¡o tendrán un grave problema! Joel Vizcaíno Parra Tijuana, B. C.