El mismo día que sin una justificación oficial, válida y de peso, el Gobernador del Estado, Francisco Vega de Lamadrid, dejó plantados a los secretarios de Seguridad Pública que en Tijuana realizaron su reunión regional conjunta Noroeste-Occidente, Kiko Vega inauguró en el Centro Estatal de las Artes de esta ciudad, una pintura de Ángel Alfonso Valenzuela Ramos, que tiene como figura central, la imagen del mandatario. En efecto, la obra de arte se encuentra en instalaciones propiedad del Gobierno del Estado, y refleja una imagen de desolación. En primer plano un desierto terregoso color naranja, con sus respectivos cactus, escenario de nueve figuras humanas de espalda que se aprecian en el abandono. Sin ropas visibles, delgados todos, parecen estar expectantes a un cielo azul rematado con cerros también de colores vivos, sobre los cuales, en lugar del sol que da sombra a las endebles figuras, destaca la imagen del Gobernador Francisco Vega. Vega fue pintado con su clásica vestimenta. Camisa azul a rayas, chamarra, gesto fruncido, adusto, observa a los flacos personajes que a lo lejos parecen saludarle. Los ve sin vida en su mirada. El retrato del Gobernador con su pelo rubio y su característico bigote, está en la parte superior derecha del cuadro obra de Valenzuela Ramos, conocido en el mundillo cultural como Val-Rá. No se ha aclarado si la obra fue encargo del Director del Centro Estatal de las Artes en Tijuana, José Aguirre Lomelí -muy dado a eternizar en obras pictóricas a los personajes de la vida política y social del Estado-, o si fue una ocurrencia del pintor, o acaso ordenada por otro funcionario que pretendió quedar bien con el Ejecutivo estatal. Lo que sí, es que el solo hecho de ubicar la obra en un edificio oficial, inaugurarla acompañado de alcaldes y otros funcionarios, hace de Francisco Vega un gobernador propenso al culto a la personalidad. Vaya, está compitiendo con esta acción política y moralmente incorrecta -aprovechar los espacios oficiales para promover su figura- con quien fue Gobernador de Baja California pero del PRI en los ochenta, Roberto de la Madrid Romandía. Le explico. En 1982, el Gobernador Roberto “Bob” de la Madrid inauguró en la Zona del Río, acompañado del Presidente de la República, José López Portillo, el monumento de un charro montado a caballo. Lo instalaron en la glorieta frente a Palacio Municipal, donde hoy día una figura de Miguel Hidalgo engalana la glorieta del Paseo El Centenario. Pero hace 33 años, la obra del charro tenía dos peculiaridades: primero, el rostro había sido esculpido a imagen y semejanza de López Portillo. Segundo, aun cuando la versión oficial fue que el Gobierno del Estado pagó 8 millones de pesos por la obra, el escultor Humberto Peraza Ojeda, comprobó con documentos que él cobró y le pagaron, 5 millones de pesos… Nunca se supo quién del gobierno de Bob de la Madrid, se quedó con 3 millones. Aquel gobierno de extracción priista había ejercido al máximo el culto a la personalidad al que son tan afectos los políticos de todas las épocas. Pero ni la ciudadanía ni los gobiernos futuros habían de quedarse tranquilos. Años después, la estatua del charro con rostro de López Portillo fue cambiada de lugar. Enviada a un almacén primero, al Ejido Chilpancingo después, al Bulevar Industrial en Otay más tarde y hasta a Playas de Tijuana fue a parar. La inconformidad de la sociedad, fue -aparte de los 3 millones de sobreprecio que no se sabe dónde quedaron- que se utilizara recurso y espacio oficial para honrar a José López Portillo. Incluso hubo pintas de inconformidad. Pero eso no fue todo. Roberto de la Madrid fue más allá. Por los mismos años inauguró en una de las esquinas más céntricas y concurridas de Mexicali, una estatua a Lázaro Cárdenas. “El Tata” aparecía en lo alto, y dos ciudadanos, un hombre y una mujer, le presentaban honores. Justo en la esquiva de Lázaro Cárdenas y Bulevar Benito Juárez, muy cerca de la Universidad Autónoma de Baja California, fue inaugurada la obra. No pasó mucho tiempo hasta que ciudadanos se dieron cuenta. Las dos personas que complementaban la escultura de Cárdenas, tenían los rostros de los dos hijos de Roberto de la Madrid… otra vez, el ego político. El culto a la personalidad. A diferencia del exiliado charro José López Portillo de Tijuana, que fue cambiado de lugar, a la estatua de Lázaro Cárdenas se le hicieron modificaciones para quitar los rasgos de los hijos del entonces Gobernador a las estatuas. Pero vaya, 33 años después, tras ser derrotado el PRI en el Gobierno del Estado y el PAN ocupar la oficina gubernamental principal, las viejas costumbres regresan a Baja California. Con Francisco Vega el culto a la personalidad ha llegado a su máxima expresión. Si Bob de la Madrid quiso rendir honor al Presidente de la República y a sus hijos, Kiko Vega lo hizo a sí mismo. Pues aun cuando él no hubiese ordenado la obra, como mandatario responsable, pudo solicitar no ser exhibida en un edificio oficial, o pudo negarse a inaugurar una obra donde él es el personaje principal, y que además, retrata el panorama desolador de los bajacalifornianos en este momento, y lo erige a él como un frustrado salvador. O el ego del Gobernador es mayor al que fue de Roberto de la Madrid, o quizá cree Vega que es justo honrarse a sí mismo, y que la ciudadanía estará tranquila y complaciente con la oficiosa obra del pintor tijuanense, al que dicen, no le pagaron por su trabajo. Por cierto, la obra se titula “El Mandato”…