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domingo, octubre 13, 2024
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El buen juez por su casa empieza

En una de las fotografías más difundidas de Joaquín Guzmán Loera, especialmente en la época posterior a su primera fuga (enero, 2001), se le observa sostener entre las manos, y asida de cabestrillo, un arma larga de las que en México se conocen mejor como cuerno de chivo. Un Ak-47, de manufactura rusa. El AK-47 es uno de los fusiles de preferencia de los capos, sean mexicanos, colombianos o italianos. Cuando Héctor Palma, “El Güero”, fue detenido en la década de 1990, siendo un aliado del Chapo que contribuyó a la construcción del Cártel de Sinaloa, fue presentado aún con las heridas que había sufrido cuando la avioneta en la que el prófugo se trasladaba cayó a tierra. Sobre sus manos, aun sentado, también sostenía un cuerno de chivo. En Baja California, los narcojúniores, un grupo de sicarios al servicio del Cártel Arellano Félix que tomó su apodo del estrato social al que pertenecían, eran expertos en la utilización del AK-47. Ramón Arellano Félix, el más sanguinario y violento de los hermanos, gustaba de enviarlos a cursos en el manejo de armas a Israel. Los preparaba para matar en Tijuana a enemigos y amigos, a desconocidos incómodos. A policías honestos. Hoy, todos los días de hecho, en cualquier página de diario de ciudad del norte, del Pacífico o el centro de México, se leen reportes de ejecutados con armas largas, específicamente con cuerno de chivo. En Sinaloa, Guerrero, Puebla, Jalisco, Sonora, Veracruz, se reportan ejecuciones con AK-47. Son de tal atracción los cuernos de chivo en México que, en lugar de destruir muchos de ellos como corresponde legalmente, en el Ejército Mexicano los coleccionan. En las instalaciones de la Secretaría de la Defensa Nacional existe una especie de museo del narco donde son exhibidas —no al público en general, pero sí a unos cuantos “privilegiados”— las armas de alto calibre que fueron modificadas por los narcotraficantes para hacerlas personales. Ak-47 chapados en oro, algunos, y de oro y piedras preciosas otros. Las iniciales de los capos resaltadas con rubíes, zafiros, diamantes. Cachas de oro de 24 quilates. En un reporte de las Naciones Unidas se refiere que, durante tres años, de 2010 a 2013, en México las distintas corporaciones policiacas decomisaron 115 553 armas, lo cual significa un 60 por ciento más del armamento asegurado en ese mismo periodo pero en Irak. México en la actualidad no tiene armas de manufactura nacional. Las fábricas de armas que existieron en la república fueron cerradas a partir de 1972 cuando el gobierno federal, entonces en manos de Luis Echeverría Álvarez, omitió la expedición de permisos para tal efecto en la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos que nos rige hasta la fecha. La postura de encabezar un gobierno pacifista tuvo mucho que ver en aquella decisión, tomada apenas unos años después de la masacre de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968. En un esfuerzo más por orgullo nacional que por practicidad, elementos del Ejército Mexicano, ingenieros al servicio de la Sedena, crearon en años recientes un fusil de alto calibre. El FX-05 Xiuhóalt (palabra náhuatl cuyo significado es serpiente de fuego) fue exhibido al público en el desfile militar del 16 de septiembre de 2006. No tan ligero como el AK-47, utiliza una munición un poco más ligera, imita el sistema automático del arma rusa y puede alcanzar los 750 disparos por minuto. Siendo México pues un país pacifista que no manufactura armas y en el que las de importación son para uso exclusivo de las fuerzas armadas, el resto de las que circulan en nuestras calles son producto del tráfico de armas, un negocio en poder del crimen organizado y el narcotráfico —a veces con la ayuda de algún gobierno— para intimidar, matar, amenazar, causar terror. Además, las huestes y los grupos de sicarios suelen portar mejores armas que las de las corporaciones policiacas, haciendo que en el extremo de un enfrentamiento o persecución de los criminales la desigualdad sea evidente.</p> En los últimos días hemos escuchado harto del AK-47. Sin embargo, la comunidad internacional lo llama fusil Kaláshnikov, como ha sido reconocido por el apellido de su creador, Mijail Kaláshnikov. Los hombres que en nombre de Alá y en representación del Estado Islámico atacaron y asesinaron la audiencia de un concierto de rock en un teatro parisino y mataron a sangre fría a comensales de cafés y transeúntes, dispararon con cuernos de chivo. También es el arma favorita de los terroristas. Automático, seiscientos disparos por minuto. Alto calibre. Letal. Ante la unión de naciones de Europa y Occidente para enfrentar al Estado Islámico, el presidente Enrique Peña Nieto se sumó al apoyo internacional. En un acto de solidaridad internacional, dejó al México pacifista para trascender a un país bélico, y propuso una acción global para enfrentar al terrorismo. En esta época violenta en el mundo, una estrategia en ese sentido puede ir en distintas direcciones… endurecer las normas para la migración legal, incrementar la persecución de la migración ilegal, perseguir el financiamiento de las redes de terroristas, detener el tráfico de armas. Frente el compromiso del presidente Enrique Peña Nieto ante la comunidad internacional para frenar el terrorismo, se prevé necesario empezar por casa. No podría ayudar, vaya, si no se ayuda. Hay dos instituciones en nuestro país que, de manera imprescindible, requieren de una depuración, transformación e institucionalización para poder cumplir con la palabra del presidente. El Instituto Nacional de Migración y la Administración General de Aduanas. En el INAMI, a raíz de la reforma de 2009 en el sexenio de Felipe Calderón, la reglamentación para la revisión de quienes pretenden entrar en este país se tornó rigurosísima. Imagine usted que al acceder por aire, tierra o mar a nuestro país, debe pasar un trámite de primer mundo: revisión de documentación en lo individual, pago de servicios por internación al territorio, auscultación de las pertenencias de manera manual y por aparatos, y solicitud de pasaporte con su debido sellado. El objetivo era controlar las fronteras y los accesos, para evitar, por un lado, que narcotraficantes y criminales se internaran en nuestro país; y por otro, evitar que células de extremistas utilicen el territorio mexicano para llegar a Estados Unidos y entrar así por la puerta chica a la cuna de la civilización occidental. En la práctica, ninguna de esas reglas se puede cumplir. No hay ni presupuesto ni infraestructura para documentar a 29 millones de personas que entran a México cada año de acuerdo con las declaraciones de la secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu. En meses recientes, en Tijuana, Baja California —desde donde estas líneas se escriben—, el delegado de migración decidió ejercer la reglamentación en uno de los puntos de entrada de Estados Unidos a México, particularmente en un acceso peatonal. Solicitar documentos, pasaporte, revistas, remitir a permiso. Lo que se armó fue un cuello de botella que extendió la hilera de personas varios metros, y despertó a las cámaras de comercio de ambos lados de la frontera en un grito de denuncia sobre “el trato indigno” de las autoridades mexicanas hacia los extranjeros. Ciertamente en las condiciones actuales, la reforma de Felipe Calderón es letra muerta. Y como país de tercer mundo, los extranjeros y sus países exigen un trato preferencial que no otorgan a los mexicanos en sus territorios. Sin filtros, por las fronteras mexicanas cruzan delincuentes, armas, dinero. Es un flujo continuo, como el de los narcotúneles que se utilizan en ambos sentidos: de México hacia Estados Unidos se trafican drogas y personas. En el sentido contrario, llegan armas y dinero. En Aduanas se presenta un escenario similar. Por ley, todos los vehículos motores que llegan a suelo mexicano, sea por vía aérea, terrestre, marítima, debieran ser revisados físicamente, y sus pertenencias inspeccionadas para verificar que cumplan con las normas nacionales y que no se trate de productos o artefactos cuya posesión constituya un delito en nuestro país. Pero esto tampoco se lleva a cabo en la realidad cotidiana. De hecho, a la entrada del presidente Peña al gobierno federal, una de sus primeras decisiones —quizá para dar la impresión de un territorio más seguro— fue eliminar retenes y puntos de revisión en carreteras federales, y monitoreo de Aduana en los aeropuertos. México no está, pues, en condiciones de cumplir con la palabra empeñada de Enrique Peña Nieto de apoyar una acción global contra el terrorismo… pero en una de esas, haciendo cumplir la ley, hasta nos beneficia en el alto a las armas y la protección a nuestras fronteras. (Newsweek en Español)

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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