En cierta ocasión una familia inglesa pasaba sus vacaciones en Escocia. En uno de sus muchos paseos observaron una pequeña casita de campo que de inmediato les pareció adecuada para su próxima temporada. Indagaron quién era el dueño y resultó ser un pastor de la Iglesia Anglicana, al que se dirigieron para pedirle que les mostrara la finca. El propietario amablemente así lo hizo; y tanto por su comodidad, como por su situación, la casa fue del agrado de la familia, que quedó comprometida para alquilarla en sus próximas vacaciones. Ya de regreso a Inglaterra, repasaron debidamente los detalles de cada habitación, y recordó la esposa que no había visto el W.C. Dado lo prácticos que son los ingleses, decidieron escribir al propietario preguntándole por la ubicación de tan indispensable servicio, lo que hizo en los siguientes términos: “Estimado Pastor: soy miembro de la familia que hace unos días visitó su quinta con deseos de arrendarla para nuestras próximas vacaciones y omitimos enterarnos de un detalle. Quiero suplicarle nos indique dónde queda el W.C”. Finalizó la carta como es de rigor, y la despachó al Reverendo quien, al recibirla, desconoció la abreviatura W.C. y creyó que se trataba de la capilla de la religión anglicana llamada Wall Chapel y contestó: “Estimada Sra.: tengo el agrado de informarle que el lugar al que Ud. se refiere se encuentra a 12 Km. de casa, lo que es algo molesto, sobre todo si se tiene la costumbre de ir con frecuencia. Algunas personas llevan comida y permanecen allí todo el día. Algunos vienen a pie y otros en tranvía, por lo que siempre llegan en el instante preciso. Hay lugar para 400 personas cómodamente sentadas y 100 de pie. Los asientos están forrados en terciopelo rojo, y hay aire acondicionado para evitar los efectos de las aglomeraciones. Se recomienda llegar temprano para conseguir lugar. Mi mujer, por no hacerlo así, hace algunos años tuvo que soportar el acto de pie, y desde entonces no ha ido más a estos servicios. “Los niños se sientan juntos y cantan todos a coro. A la entrada se le da un papel. Las personas que no alcanzan a la repartición del papel, pueden utilizar el papel del compañero de asiento; pero al salir debe devolverlo para seguir utilizándolo el resto de la temporada. Todo lo que dejan depositado los que allí acuden, se destina para dar de comer a los pobres huérfanos del lugar. Además hay fotógrafos especiales que toman fotografías a la gente en distintos poses, y luego son publicadas en redes sociales para que todos se acerquen a este bendito sitio cuando tengan la necesidad de hacerlo”. Autor: Un feligrés en busca de Pepto- Bismol.