Aquel ulular de las sirenas calcinaba el gran umbral de aquella horrenda noche, al ver que aquello formaba un gran derroche de una pelea tremenda y sanguinaria. Todos pensaban al mirarlo todo, que sería un film, pletórico de veras, la destrucción, la muerte, la matanza, era algo sin igual, como de fieras. Unos reían con su vista en la nada, otros lloraban al sentirse heridos, pero nadie en su mente imaginaba, el porqué de aquel tan cruel delirio. Yo lo sabía mas no quería aclamarlo, muchas personas ya no podrían oírme, pero ¿por quién en mi ser debía guardarlo?, si éste sería mi adiós al despedirme. Grité con fuerza sin saber siquiera si algunos harían caso a mi osadía, ¡que viva Dios! ¡Viva la paz! ¡Muera la guerra! ¡Que muera la maldad, no la alegría! José Miguel Ángel Hernández Villanueva Correo: jomian1958@hotmail.com
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