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sábado, octubre 12, 2024
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El valor de la inocencia

Éste es de los seres vivos que requieren más cuidados, necesita de los mismos, les encanta ser amados. Al nacer, son indefensas, con muchas necesidades, las vacunas, sus defensas, les atrae curiosidades. La mamá es quien más se desvela, los primeros meses de vida, también es quien prende la vela y con cariño los cuida. El padre estará orgulloso y también la cuna él mece, muy feliz hasta el sollozo y también, la cuna él mece. Su emoción la hace evidente con las primeras palabras resaltan los primeros dientes, anhela, los brazos le abra. El hogar siente su presencia, sus risas y su corretear, la casa resiente su ausencia, pues todo sigue en su lugar. Al gritar, saltar y correr el niño estará sanito, en un rincón y sin comer el escuincle está enfermito. Si el niño vive inseguro podría orinarse en la cama, pero lo que sí es seguro, al crecer se irán de casa. De los niños aprendemos a ser amigos sinceros, pues de su amor nos prendemos y buscan ser los primeros. Ignoran lo que es el tiempo y les fascinan los juegos, los papalotes al viento le encanta el licuado y jugos. No valoran el dinero ni saben cuidar las cosas, felices son sin monedero y abrazan a las mascotas. Les gusta brincar en la cama, busca, no sé qué, en los cajones, subirse al árbol y sus ramas, al columpio con empujones. Su cuarto luce desierto, agua del tambo está limpia, ambiente extraño e incierto porque con ellos sí cumplía. Los columpios lucen quietos, baños están ordenados, ya no hay chiquillos inquietos ni libros desordenados. Cuando ellos están presentes no percibimos que crecen; cuando se encuentran ausentes,  crecidos ves que regresen. El valor de la inocencia de los niños, su apariencia y del adulto su herencia de educarlos con paciencia. Agregan valor al hogar, pero a veces lo destruyen, no lo enseñas a valorar, hasta las puertas obstruyen. Complementan la familia, le dan sentido a la vida, no conocen de la envidia, reniegan si no hay comida. Casi todo lo cuestiona, pregunta qué, cómo y cuándo, pocas cosas lo apasionan, disfruta que lo estés mirando. Solo espero que la vida los llene de bendiciones, que los cuiden de subida y dirijan sus acciones. Los niños son el presente, el pasado y el futuro, crecerá y será muy fuerte, el amor crea adultos maduros. De hijos, se extraña la niñez, de los nietos, su presencia, de las nietas, la sencillez, les profesamos paciencia. La casa se siente sola, el hogar ya no es lo mismo, no se escucha el saludo. ¡Hola!, ni el techo como un sismo. Sus gritos, la casa extraña cuando se han ido del hogar, su “yeya” no los regaña y el “yeyo” quiere llorar. Joel Vizcaíno Parra Tijuana, B. C.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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