Durante la formación escolar, los padres asumen que la total y absoluta responsabilidad de los menores se encuentra en la escuela, sin tomar en cuenta que ésta solo refuerza las actitudes, valores y comportamientos aprendidos en casa, tales como el respeto y la obediencia. Igualmente, desde pequeños aprendemos a identificar situaciones de riesgo, delimitándolas con ayuda de los padres. Al presentarse un accidente escolar, cualquier persona podría preguntarse la causa y consecuencias del mismo; incluso, buscar un responsable. Dado lo anterior, conviene enfocarnos a lo que tenemos como base del suceso, tomando en cuenta las características del accidentado, las condiciones inseguras y los actos inseguros, para establecer un diagnóstico y un posible tratamiento. Por definición, un accidente no es planeado, pero pese a ello, puede ser prevenido, por lo que conviene tomar en cuenta factores predisponentes, como son: la edad, nivel educativo, infraestructura del edificio escolar, señalamientos de zonas de riesgo, acciones del primer respondiente (el que atiende primero al accidentado) y reforzamiento de acciones de prevención. Aplicando lo anterior en los adolescentes, considero que uno de los principales factores que favorecen la presencia de accidentes en la escuela es la desobediencia; al ignorar un comportamiento de riesgo previamente señalado, así como una inadecuada supervisión. Estas conductas son un reflejo de lo que se aprende en casa, donde al parecer, ocasionalmente se favorece el descuido, al no establecer límites, consecuencias y no fomentar el autocuidado. En mi opinión, los alumnos responsables de sus actos son producto de la formación de hijos responsables lo cual se fundamenta desde casa, donde se aprende a controlar actos, seguir normas e identificar riesgos. Dra. Lilian Jaimes Guerrero Correo: dralyljaimes@gmail.com