Un compadre le habla por teléfono a su mejor compadre y le dice: Compadre, ¿me puede usted prestar sus botas? Y el compadre le dice que sí, que pase a su casa por ellas; llega el compadre y lo recibe la comadre porque el compadre se está bañando, y le grita al marido: ¡Ya está aquí el compadre! Y le contesta el marido: – ¡Pues dáselas, vieja, dáselas!! Autor: El compadre feliz.