Una salida muy pobre, la del canciller de Egipto, Sameh Shoukry, al comparar los niveles de violencia de ese país con los de México, para tratar de justificar la ejecución de ocho turistas mexicanos en El Cairo, a manos de fuerzas de seguridad egipcias, que presuntamente los confundieron con terroristas. Tanto la lucha contra el terrorismo como contra el crimen organizado provoca “víctimas inocentes”, manifestó el funcionario. Se trata de un argumento inválido, toda vez que no resuelve en específico las causas de la masacre, que además cobró la vida de cuatro ciudadanos egipcios: por qué los agentes involucrados no confirmaron su blanco antes de disparar contra los viajantes. Tampoco pone en claro si los guías que conducían a éstos violaron los límites del espacio turístico o si los uniformados lo invadieron. Ciertamente, en México, las fuerzas del orden también han cometido errores en detrimento de personas extranjeras, tal como sucedió el año 2012 cuando elementos de la policía federal balearon una camioneta de la embajada de Estados Unidos donde viajaban dos agentes de la CIA y un capitán de la Marina mexicana, en el estado de Morelos; consecuentemente, los norteamericanos resultaron heridos y el marino mexicano ileso. Por tales hechos, doce efectivos de la Policía Federal fueron arrestados. Como dijo el titular de la Segob, Miguel Ángel Osorio en respuesta a la comparación esgrimida por Sameh Shoukry: en lugar de sacar a colación analogías, “hoy lo que nos debe ocupar es una investigación a fondo de lo que ocurrió”. Para colmo, o para abonar a la incertidumbre, la fiscalía encargada del caso en Egipto, decretó lo que se conoce como “ley mordaza”: la prohibición a los medios de comunicación de difundir cualquier dato sobre la investigación que se siga al respecto, en tanto ésta no concluya. De modo que por el momento, lo poco que se conoce sobre el asunto, será la única información con que se cuente para tratar de entender los hechos, que resultaron ser de proporciones sanguinarias.