Para atender muy bien a los demás, sin impaciencia y con bondad segura, debemos ser amables nada más y no perdemos puntos ni figura. Por consecuencia este don se cultiva con la práctica y el uso diario, así nuestra fineza más se activa, no la olvidemos nunca en el armario. Ser amable, en algunos significa hasta querer cambiar de religión, caso raro, esto no dignifica, ya que es falta de juicio y de razón. Mas la amabilidad nos trae ganancia, pues hacemos amigos diariamente, este placer es la mejor constancia, nada nos cuesta hacerlo permanente. Por siempre es bueno tratar de ser amables, no vale mucho hablar con sutileza, al contrario, mostrarnos amigables es dicha y es dulzura, ¡qué belleza! José Miguel Ángel Hernández Villanueva Correo: jomian1928@hotmail.com Tijuana, B.C.
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