El legendario ex receptor y miembro del Salón de la Fama del Beisbol de Cooperstown, falleció a los 90 años de edad por causas naturales en su casa de Nueva Jersey. Berra, conocido tanto por sus confusiones lingüísticas como por su récord de 10 títulos de las Series Mundiales con los Yanquis, se convirtió en un verdadero icono no solo del Beisbol, sino de todo el deporte profesional en Estados Unidos. Jugó entre 1949 y 1965, y ayudó a los Bombarderos del Bronx a llegar a 14 Series Mundiales, de las que ganaron 10. Disputó más partidos de las Series Mundiales que ningún otro pelotero de las Mayores, y fue nombrado en tres ocasiones Jugador Más Valioso (MVP) de la Liga Americana. Entre sus compañeros estuvieron los también miembros del Salón de la Fama, Joe DiMaggio, Mickey Mantle y Whitey Ford. En 1956 consiguió el único juego perfecto en la historia de las Series Mundiales; luego del último out saltó a los brazos del pitcher Don Larsen. Después de sus días como jugador, Yogi Berra fue manejador de los Yanquis, los Mets de Nueva York y Astros de Houston. En 1985, su despido como mánager de los Yanquis a los 16 juegos de iniciar la temporada, abrió una disputa con el dueño del equipo, George Steinbrenner. Berra prometió nunca volver al estadio de los Yanquis mientras Steinbrenner siguiera siendo el propietario. Pero en 1999 cedió, e hizo el primer lanzamiento. Yogi concluyó su carrera profesional con .285 de promedio de bateo, pegó 358 cuadrangulares e impulsó 1.430 carreras, siendo la mejor marca de todos los tiempos para un jugador en la posición de receptor. También estableció un promedio de 5,5 ponches por cada 100 turnos al bate y nunca fue ponchado más de 38 veces en una temporada, mientras que su promedio de 102 carreras impulsadas durante 11 campañas consecutivas, que comenzó en la de 1948, la primera que disputó 100 o más partidos. Aparte de su destreza para jugar al “Rey de los Deportes”, aparece en varias ocasiones en el libro “Bartlett’s Famous Quotations” por sus frases. “No se acaba hasta que se acaba” es una de sus ocho frases incluidas en el texto y que más fama le dieron. Las otras son: “El Beisbol es un 90% mental, la otra mitad es física”; “Si no sabes a dónde vas, es posible que llegues a cualquier lugar”; “El futuro no es lo que solía ser”; “Nunca respondas una carta anónima”; “Cuando llegues a una encrucijada en la carretera, sigue recto”; “Es un déjà vu que se repite todo el rato”; “Siempre pensé que ese récord permanecería hasta que alguien lo rompa”; “Siempre voy al funeral de los demás, de lo contrario ellos no vendrán al tuyo”; y “Uno puede observar muchas cosas solo con mirar”. Berra se casó en 1949 con su esposa, Carmen. La pareja se conoció en su San Luis natal y tuvo tres hijos, incluido Dale Berra, que jugó en Ligas Mayores. Su nombre y figura también alcanzaron el ámbito universitario después que en 1996 recibiera un doctorado honoris causa de la del Estado en Montclair, Nueva Jersey, donde Yogi vivía con su familia. La universidad también le puso su nombre a su estadio de Futbol. El anexo Museo Yogi Berra abrió en 1998, donde se guardan recuerdos del jugador, incluido lo que consideraba su posesión más preciada: el guante que utilizó para atrapar la pelota durante el juego perfecto de Larsen, hazaña que siempre definió como algo grandioso, que no podía explicar las sensaciones que sintió cuando atrapó la última pelota del histórico y memorable partido. Su nombre apareció en un personaje de una tira de cómic, el oso Yogi (Yogi Bear), que comenzó a emitirse por televisión en 1958. Lasorda llegó a los 88 Mientras Tommy Lasorda festejaba su aniversario 88, se dio a conocer la muerte de su amigo Yogi Berra. Lasorda, que fuera manejador de los Dodgers de Los Ángeles de 1976 a 1996, siempre llevó una gran amistad con él, sus raíces italianas y algunos encuentros entre ellos, cuando Tommy jugaba en Brooklyn, de 1954 al 55. “Yogi fue un muy querido amigo. Fue uno de los grandes receptores en todo el Beisbol y amado por todos”, escribió en su cuenta de Twitter. “Hizo todo lo posible para representar el juego en un alto grado de clase, dignidad y carácter. Lo vamos a extrañar. Era un tipo grande, grande, y ya lo echo de menos”, agregó. En México, Lasorda fue ampliamente conocido por ser el manejador del equipo angelino cuando Fernando Valenzuela comenzaba su carrera, fue tanto su interés por “El Toro”, que aprendió a hablar español.