Como secretario de Seguridad Pública de Tijuana, Alberto Capella Ibarra solía reunirse una vez por semana con todos los jefes de distritos en los que fue dividida la ciudad, para un mejor patrullaje y control de la seguridad pública, desde los tiempos del Teniente Coronel Julián Leyzaola Pérez. Aquella estrategia permitía estar al pendiente de los mandos y mandar mensajes a la tropa sobre la labor en conjunto. Combatir la infiltración y en cierta medida, disminuir la corrupción. Todos, pues, estaban supervisados entre ellos. Pero eso era antes. Con Alejandro Lares Valladares al frente de la corporación más numerosa de Baja California, ya no suceden esas reuniones con tal periodicidad y precisión. Es más, desde que en la Dirección de Policía le impusieron a Omar Green, Lares poco sabe de la tropa. A excepción de un reducido grupo de agentes que hacen la talacha, lo del secretario es hacerle más a la política de seguridad y menos a la estrategia de combate a la inseguridad. De esto se han dado cuenta en otras corporaciones, especialmente cuando las ejecuciones han incrementado en los distintos distritos policíacos, ante la omisión o participación de los policías municipales. Los mandos, dicen, muchos ya están muy metidos con la maña, luego de que Lares no tiene mando para poner orden en la tropa. Y se nota. De ahí que quienes desde la oposición, el empresariado o la ciudadanía, exigen un plan estratégico por parte del secretario de seguridad, quizá deberían ver hacia otro lado. Y exigir al alcalde Jorge Astiazarán, una limpia en la corporación. Real. De mandos.