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domingo, octubre 13, 2024
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Renovación institucional

Cuando una decisión recae exclusivamente en el ánimo del Presidente de la República, es difícil anticipar la medida, pronosticar las acciones o apostar una nominación. Vaya, en términos políticos, se pueden prever consecuencias, finalmente, a toda acción corresponde una reacción, especialmente en un sistema político como el mexicano, donde imperan la corrupción, la impunidad y el abuso. Así, anticipar quién se convertirá en el próximo dirigente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI en México no es una cuestión fácil. Se conoce que a finales de la próxima semana iniciará el proceso para redactar la convocatoria, ya sabe, acordar un método de selección, participación o no de las bases, duración de la precampaña, establecer tiempos de registros, aprobaciones y elección. La idea, dicen, es emitir entrado agosto la convocatoria, establecer periodos cortos de llenado de requisitos, registros y aprobación; y en caso de presentarse más de un aspirante, llevar a cabo una campaña corta que no desgaste al Partido Revolucionario Institucional en una competencia protagónica que avasalle la conducta institucional que se espera de los priistas cuando tiene en el Presidente de la República, al Primer Priista del país. Ahí tiene Usted el caso del Partido Acción Nacional, que lleva pocas semanas en un proceso de campaña interna para la dirigencia nacional, pero que parecen meses de acuerdo al nivel de ataques, desprestigio, pleitos, señalamientos, litigios y acusaciones que protagonizan los dos candidatos a suceder a Gustavo Madero, los señores azules de distintas alas, Javier Corral y Ricardo Anaya. El PRI siempre ha intentado evitar esas posiciones de contraponer a los suyos en proceso internos. Por eso mejor le apuestan al tradicional y efectivo dedazo. Si lo hicieron durante ochenta años mientras gobernaron el país, incuso en los doce años en que fueron oposición, cuantimás en la actualidad, cuando los mexicanos somos espectadores del regreso del más recalcitrante PRI a Los Pinos. Efectivamente, el PRI de Enrique Peña Nieto tiene medida la política interna. En las últimas elecciones federales, las de junio de 2015, lograron aun contra pronóstico, mantener una mayoría en la Cámara de Diputados junto a sus aliados. Aun cuando no holgadamente, pero el Presidente no tendrá problemas con el Legislativo en sus últimos tres años de gobierno –bueno, desde el Pacto por México tampoco los ha tenido con la oposición en la derecha y cierta de la izquierda-. También, el partido tricolor ganó cuatro de nueve gubernaturas -tres el PAN, una el PRD y otra un ciudadano independiente-, incluso le arrebató el Estado de Sonora al PAN, cuando la imposición de la futura gobernadora Claudia Pavlovich como candidata por parte de la cúpula priista, anticipaba una división al interior del partido. Pocos casos de división interna en elecciones externas se han visto en el PRI. Uno de ellos por supuesto, el de Baja California. Cuando no siendo favorecido con la candidatura al Gobierno del Estado, Jorge Hank Rhon jugó contra el candidato tricolor, Fernando Castro Trenti en el año 2013, e hizo una alianza con el candidato y hoy gobernador del PAN, que le llevó al PRI a tener -hasta la fecha- priistas en el gabinete panista, y retener la alcaldía de Tijuana cuando el del Hipódromo y el del PAN, hicieron una campaña de voto cruzado. Pero esas cosas no pasan en el PRI nacional. Soldados del Presidente de la República, a menos de una semana para que acuerden la convocatoria para elegir presidente del CEN tricolor, ningún destacado o no miembro del Partido Revolucionario Institucional ha dicho públicamente que quiere ser dirigente nacional. Ninguno. Ni uno solo. Acaso ha echado sonrisa y no cerrado la puerta Manlio Fabio Beltrones Rivera, cuando le han insistido con la pregunta, luego que el 1 de septiembre termina su encargo como diputado federal. Pero de ahí en fuera, nadie. Todos los priistas están calladitos, no se mueven, se contienen y se retienen, hasta que el Presidente de la República no apunte el dedo elector para orientar la convocatoria y la elección interna de su partido. Se dice que Beltrones, que Enrique Martínez y Martínez, hasta que sería el partido una graciosa salida para Miguel Osorio Chong, el secretario de Gobernación que mantuvo las condiciones políticas y de seguridad para que se escapara Joaquín “El Chapo” Guzmán. Luego le apuestan a Eruviel Ávila, el aún gobernador del Estado de México. Y también hay quien analiza que “conociendo” a Peña, podría dar la sorpresa de enviar al PRI a un joven, sin ligas con los tradicionales priistas, fresco y de la nueva generación de peñistas. La cuestión es que donde manda Presidente, no se abre cualquier miembro, y no se alborotan las ovejas. Hace unos días, por segunda ocasión desde que es Presidente de la República, Enrique Peña Nieto asistió a la sede del PRI. Se dejó querer y apapachar, tomó un nuevo aire y aprovechó para calmar a los que ya creen que pueden ser candidatos a la Presidencia de la República dentro de tres años, a ellos, en otros partidos y en el propio, les dijo: “No obstante que algunos se adelantan al calendario electoral de 2018, para nosotros, los priistas, estos son tiempos de trabajar y de cumplirle a México. Hoy no hay espacios para proyectos personales. Hoy es momento de un proyecto de nación”. De paso criticó los modelos de otros países de partidos alojados en la izquierda: “Hoy la sombra del populismo y la demagogia amenaza a las sociedades democráticas del mundo. En varias naciones están surgiendo opciones políticas que en su ambición de poder prometen soluciones mágicas, que en realidad terminan por empobrecer a las familias y restringir la libertades ciudadanas. Las decisiones populistas, demagógicas e irresponsables, destruyen en solo unos días lo que llevó décadas de esfuerzo institucional construir”. Y cuando se trató de definir el futuro de su partido, Peña lo encadenó a “las nuevas tendencias” y los nuevos canales de comunicación. Justificó primero: “Hoy las personas están más informadas y tienen a su alcance nuevos medios para expresarse, organizarse y hacerse presentes. Estas tendencias, lejos de frenarse, se habrán de acelerar”. Dictó línea después: “Nuestro partido necesariamente tiene que renovarse para estar a la altura de esta nueva realidad. Una vez más tenemos que actualizar y reformar a nuestro partido para que siga siendo el partido de la transformación nacional. Es momento de que el PRI actualice su organización y estructura para reflejar las nuevas condiciones y dinámicas sociales del país”. César Camacho, quien fue nombrado dirigente del PRI escasos días después que Enrique Peña tomó posesión como Presidente de la República, se irá a la Cámara de Diputados, y su lugar… Ya definirá en los siguientes días Peña, quién lo ocupara. ¿El que se anote primero?

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