Algunas mujeres que yo he conocido desean ser amadas nomás un rato, parece que sienten que lo ya vivido deben borrarlo como un garabato. De todas las edades buscan a los hombres y juegan con ellos como aves de paso, ni siquiera saben a veces sus nombres, pero luego, luego los toman del brazo. Caminan felices con sublime ensueño por un corto tiempo que van a olvidar, ya que no se entregan a un solo dueño, pues cariño eterno, no lo saben dar. Quieren aventuras cual seres errantes, probando y probando, ya vienen y van, tienen sentimientos, pero muy distantes, muy pocas le temen al ‘ay qué dirán’. ¿Son ellas culpables? ¡No, es uno mismo!, hemos permitido mucha libertad, Con poca ternura y bastante egoísmo, queremos ser fuertes, ¡ésa es la verdad! Para recobrarlas, será nuestra guerra, con gran respeto enseñarlas a amar porque todas tienen un sitio en la tierra que un ángel del cielo les vino a dejar. José Miguel Hernández Villanueva