Los acontecimientos del pasado mes de julio en el penal del Altiplano en Almoloya de Juárez, motivan que válidamente nos preguntemos cómo le fue posible al Chapo fugarse por segunda ocasión. Por qué pudo hacerlo si estamos hablando de una prisión de máxima seguridad, equipada con lo último en tecnología de vigilancia y monitoreo, con varias corporaciones de seguridad coadyuvando al interior de la misma, sin mencionar que al ser uno de los reos más buscados y peligrosos a nivel internacional, debía encontrarse bajo estricta vigilancia personalizada las veinticuatro horas del día La respuesta parece difícil de primera impresión, pero si nos esforzamos un poquito, no lo es tanto. La autoridad encargada de mantenerlo en prisión, de manera irresponsable, se excedió en la confianza depositada en los mandos inferiores, esto es, el Secretario de Gobernación delegó responsabilidades hasta llegar en línea descendente hasta el último eslabón, hasta los encargados de la vigilancia personalizada, quienes fallaron en el cometido, debido en parte a que sus superiores no ejercían sobre ellos una supervisión permanente. Asimismo, nadie en la línea de custodia y mando, se puso a estudiar. Los antecedentes de Joaquín Guzmán permitían a los encargados de su vigilancia y seguridad, desde el Secretario de Estado hasta los jefes en la materia, darse cuenta que lo suyo eran los túneles. Si hubieran estudiado no les habría metido gol por el mismo ángulo que ha sido su especialidad. El mismo. La corrupción es otro factor fundamental. No sé hasta dónde puedan llegar las investigaciones y tampoco qué tanto éstas serán confiables, pero es un hecho que las voluntades se venden en nuestro país (de eso saben mucho los políticos ahora gobernantes, porque lo usaron en campaña). Originada por la falta de educación familiar en valores, la falta de oportunidades, la mala situación económica, se convierte en la única opción viable en algunos casos para ascender de status social y económico. Máxime si se trata de un acto de corrupción de ese nivel, que seguramente habrá de resolver el futuro de quien se haya inmiscuido. No es creíble que nadie se haya percatado de los trabajos de perforación, de la tierra resultante, de la construcción nunca acabada de la casa a kilómetro y medio del penal y que alguna autoridad municipal autorizó, del ruido cuando los trabajos ya estaban a nivel del piso de la celda por la perforación final, el tiempo que tardaron en dar el aviso oficial, etcétera. De ahí resulta el involucramiento de varias personas en su fuga. Pero más que darnos cuenta de las causas, lo sucedido pone en evidencia la vulnerabilidad y obsolescencia de las instituciones, así como lo fallido del Estado como institución. En los años veinte, cuando termina la época de los caudillos y surge el México de las instituciones, la clase en el poder pudo con ello trazar una línea, cavar una zanja que impidiera al pueblo tener a su alcance a los artífices del destino de la nación, así ya no era el responsable Juanito Pérez, sino la Secretaría de esto o de aquello. En teoría surgidas como organizaciones estables creadas por el Estado para satisfacer las necesidades de la población. Solo que ni la estabilidad ni la finalidad de dichas organizaciones es objeto de preocupación de quienes las idean y las dirigen, pues en el “funcionamiento” (entrecomillado) de dichas organizaciones impera actualmente eso que ya dijimos: El exceso de confianza, la falta de estudio y preparación, la corrupción y en general la irresponsabilidad. No sería incumbencia del pueblo lo sucedido si no se tratara de penales, corporaciones, funcionarios y demás curiosidades que nos cuestan dinero a todos los mexicanos. Sí, a todos de una u otra manera. Dinero tirado literalmente al bote de basura. Entonces, ¿se nota o no la obsolescencia de las instituciones, la cuarteadura en la estructura Estatal? Atentamente. Lic. Alfredo Flores Ramírez Tijuana, B.C.