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lunes, julio 7, 2025
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Los “yo-yos” en la función pública y privada

Los comportamientos de los que llegan a la función pública en la administración o legislativa, están dejando una clara evidencia de los prejuicios y enfermedades de personalidad. La mayoría traen el estigma de sentirse súper dotados, al grado se creerse que son seres privilegiados, que lo merecen todo y por eso están a donde están. Se olvidan de todos los que en su momento estuvieron con ellos para hacerlos presidentes de la república, gobernadores, presidentes municipales, diputados federales, senadores, diputados estatales, presidentes municipales y regidores; de aquellos que en su momento estuvieron en campañas, en casillas, como generales, representante de partidos, de casillas y de los que en su momento aportaron recursos económicos y en especie. Estos candidatos cuando están arriba creen que ya es otra dimensión, que ellos ya son una especie privilegiada. La contaminación va más allá de aquellos que llegaron a la función pública, que ningún esfuerzo ni costo tuvieron, son los que imponen las reglas en las dependencias, éstas se manejan con excesos de burocratismo porque los jefes así lo quieren, aunque dañen a la sociedad. Así se ventila en las dependencias estatales y municipales, los de abajo dicen: “no puedo hacer nada por ustedes porque me están vigilando de arriba con cámaras”, y dicen: “así es que ustedes, ciudadanos, cumplan con los requisitos burocráticos” (y luego dicen que no hay espionaje). En la función privada no cantan mal las rancheras. Al parecer es una enfermedad de comportamiento, del que se cree todo poderoso, cuando en realidad es el prototipo del acomplejado que llegó por el favor de las suertes, que se cree el “yo-yo”, que él lo sabe todo y todo lo puede, aunque su ignorancia lo ubique como un ser que es discapacitado en capacidades, porque todo se le olvida y la razón es que quiere abarcar tanto que la capacidad del ser humano no da para más. Este prototipo no permite que alguien decida en resolver un problema fácil, mucho menos en legar responsabilidades; él tiene que tomar la iniciativa para sentirse el “yo-yo”. Estos comportamientos los expertos en psicología lo clasifican como una enfermedad patológica, donde su práctica natural es el chisme, la intriga, la mentira, el engaño y lo más grave, la deshonestidad, tanto en los funcionarios como en los de la iniciativa privada. Este mensaje va con dedicatoria para los enfermos de personalidad. Me someto al derecho de réplica de quien sienta que mi exposición es un error. Ramón Rosendo Otañez Sánchez Correo: [email protected]

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Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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