El pintor y escritor estuvo en Tijuana en días recientes, donde ofreció una conferencia, además de presentar “Fierros bajo el agua” (Joaquín Mortiz, 2014), su más reciente novela. Primero, el viernes 31 de julio de 2015 en la Sala de Usos Múltiples del Centro Estatal de las Artes (CEART), compartió la conferencia “Abriste los ojos, sacaste la imagen. Pintura y vida”, ante la presencia de poco más de 30 personas, entre artistas, escritores y público en general. “Pinto desde el lugar, un lugar mío, donde la palabra se muestra en toda su inutilidad, pero también escribo y lo hago desde cuando se me manifiesta en determinado tiempo la imposibilidad de la imagen”, reflexionó el artista que recientemente exhibió “Sursum Corda” en el Museo de la Ciudad de México. “Si infancia es destino, yo debiera estar muerto, o bien, debiera haberme convertido en ladrón, político corrupto, narcotraficante o asesino. Pero desde que, como se dice, tuve uso de razón, deseché de inmediato la probabilidad del ‘destino’. Nunca me gustó la carga ominosa de esa palabra. Yo en lo que he creído siempre es en el deseo. Y mi deseo, mi deseo mayor, el más íntimo, fue construir la imagen, se entenderá: la imagen pictórica, la búsqueda de la imagen, una más, la definitiva quizá, la imagen que me hace ser, y la que tal vez nunca encontraré”. El pintor se cuestionó ¿por qué se pinta o por qué decidió ser pintor?: “Porque me hacía falta una imagen. Y me sigue faltando, si miro hacia atrás, en retrospectiva, no importa cuántas imágenes haya creado, me sigue faltando una imagen, no sé cuál, no sé dónde, no sé cómo, pero me falta”. El jueves 6 de agosto, Guillermo Arreola (Tijuana, 1969) también presentó en Galería La Blástula -en coordinación con Promotora de Cultura de Baja California que dirige Julián Plascencia-, su más reciente novela, “Fierros bajo el agua”, con la participación del poeta Jorge Ortega y el director de teatro y actor Hebert Axel. “‘Fierros bajo el agua’ destaca por un carácter híbrido y limítrofe que pone en duda los cimientos del género, comenzando por el orden fragmentario que presenta”, destacó Ortega. “En sentido amplio, estamos frente a una novela, pero su hechura cuestiona en la práctica la continuidad textual del relato y su ritmo episódico. Por otro lado, el tono narrativo y el talante ficcional ceden eventualmente para abrir campo a concisos paisajes que, separados con tan solo un símbolo, remiten a la crónica, el diálogo teatral, la autobiografía, el poema en prosa, la viñeta, el monólogo, la semblanza, el diario”, concluyó el poeta.