Ver una vez a Morrissey no basta, pero seguirlo en fechas es una odisea. Sin embargo, quienes lograron comprar entradas para sus conciertos en San Diego, California, demostraron el nivel de fanatismo que le dedican. Primero, por saturar la página que ofertó los boletos para el concierto programado en el Observatory North Park, el jueves 20 de agosto, misma que se vendió en dos minutos y propició que un par de horas después, se oficializara una segunda presentación para el viernes 21; nuevamente vendiéndose en poco tiempo sin problema alguno, a un mes de que fuera un hecho. Con varios afortunados que consiguieron tickets para ambos conciertos, acampar en la acera del recinto saliendo del primer show, se convirtió en una opción viable si se quería estar más cerca del ex miembro de The Smiths. Dinámica que más personas secundaron en el transcurso del día, por eso no extrañó que para antes de las 6:00 pm, al menos un centenar ya estuvieran haciendo fila con tal de ser los primeros en entrar una hora después. Pero la espera, en la que organismos a favor de los derechos animales y cuidado del agua se promocionaron, solo duró 40 minutos, agilizándose con la previa colocación de pulseras para mayores de edad. Una hora de calma, seguida de la última prueba de sonido y la proyección por más de media hora de casi una veintena de videos musicales, clips de entrevistas a diferentes personajes e intervenciones poéticas, separaron a los mil 100 asistentes de los primeros segundos frente a su ídolo, para finalmente darle paso al éxtasis musical de manera sublime, gracias a “Suedehead”, tema que por años dejó de ser parte del repertorio de Morrissey en sus visitas a California, y que esa noche retumbó entre las paredes como un buen augurio para la presentación. Acompañado de cinco músicos, una pantalla de fondo y una hilera de luces a lo largo del escenario, el músico de 56 años que en octubre pasado anunció padecía un tipo de cáncer que afecta el esófago, salió para mostrarse como pocas veces se le ve: accesible, risueño y con ganas de interactuar con el público, que en buena parte era gente hispana, por lo que una bandera de México tuvo presencia constante e, incluso, llegó a ser ondeada por el británico; además de que este se permitió cantar y agradecer en español. “Alma Matters”, “Staircase at the University”, “Kiss Me a Lot”, “Ganglord” y “World Peace is None of Your Business”, siguieron en el repertorio, mientras los más cercanos a la valla se apretujaban en el intento de, por lo menos, rozar los dedos de “Moz”, que sorpresivamente, en varias ocasiones se aproximó a ellos. De voz intacta en cada estrofa que remueve emociones y en aparente calma ante la euforia que causa, el artista que se ha caracterizado por su altivez, esa noche fue otro, disfrutó y dejó que todos gozaran de su talento que también llegó a “Istanbul”, “One of Our Own”, “First of the Gang to Die”, “Mama Lay Softly on the Riverbed”, “The Bullfighter Dies” y “Every Day is Like Sunday”. Provocando el unísono de coros y el arremolinamiento de cuerpos, el responsable de álbumes como “Viva Hate”, “Kill Uncle” y “Maladjusted”, comenzó el cierre de su concierto con “Yes, I am Blind” y “The World is Full of Crashing Bores”, que dedicó a Donald Trump. Después le siguieron tres canciones más y una pequeña ausencia, de la que retornó solo para cantar “Now my Heart is Full”. Despojándose de la camisa que recién se había cambiado y lanzándola al público, finalmente Morrissey redondeó la mágica noche en la que demostró que se le puede disfrutar aún más cuando está dispuesto a ser parte del regocijo.