18.3 C
Tijuana
martes, octubre 15, 2024
Publicidad

Miedo o Soborno

Abogado. Avecindado en Tijuana. Su despacho estaba cerquita del restaurante. Le acomodaba. A veces se iba caminando. Le gustaban buenas comida y bebida. Allí solamente servían italiana. Muy popular. Rápido. Empezando con pizzas. Pero ni modo. Cuando no tenía tiempo prefería comodidad. De otra forma se llevaría buen rato traqueteando entre el tráfico. Luego forzoso aperitivo. Charlas casuales. Filete mignon. Langosta a la thermidor. Pato asado con salsa de naranja. Café y coñaquito podían repetirse hasta la noche. Para eso tenía fama. Luego caía en desfiguro y escándalo. Por eso después navegó en Alcohólicos Anónimos. Eso sí. A diario bien trajeado. Rayaba en lo elegante. De tanto hasta derrapar en estrafalario. Gucci, Ballys, Rolex con diamantes. Y otros según el traje para hacer juego. Autos europeos o asiáticos último modelo. Una tarde abrileña del 96 fue y se hartó en el comedero. Debió dejar buena propina. En eso era espléndido. Salió. No dio ni diez pasos. Lo paró un hombre. Traía escopeta calibre 12. Guantes de licra. Sudadera roja. Chaleco anti-balas. Liváis y tenis. Nada de cachucha. Le disparó para deshacerle cara y cerebro. Fue un matón mafioso. Actuó “a pedido especial” tal ocasión. La policía sabía quién era. El asunto se hundió en el olvido. Le echaron tierra, piedra y cemento. Eso fue hace ocho años. El Licenciado José Luis Anaya Bautista era el Procurador de Baja California. Hoy, cosas de la vida. Ahora por coincidencia es colaborador oficial del Ingeniero Jorge Hank Rhon en el Ayuntamiento de Tijuana. Conocí a otros abogados defensores de narcotraficantes. Recuerdo a uno. Le pusieron el cañón de .38 en la cabeza. Salía de su casa. Iba en el auto. Allí quedó. Otro fue ejecutado casi igual. Pero de noche y llegando a la cochera. Estaba por bajarse para abrir el portón. No alcanzó. Le pusieron alto a su vida. Dos disparos. Parietal y pecho. Luego hubo uno impresionante. Era muy joven el abogado y harto capaz. Le conocí desde estudiante. Un día antes platicó a cierto amigo su preocupación. Había ganado juicio de amparo. Pero la PGR encontró un recoveco y de nuevo incautó lujoso hotel. Asociados de Arellano Félix eran los dueños. No fue por su culpa. Legalmente hizo todo bien. A los dos días salió de su oficina en elegante edificio. Subió a elegante camioneta. Para abandonar el estacionamiento hizo alto antes de rodar sobre la calle. Otro chofer se acercó. Le dio ligero golpe en la defensa. Eso lo distrajo. No vio al pistolero con ametralladora UZI. Le soltó cuantos disparos pudo. Con precisión. Solo al pecho. En medio del trafical y hartos peatones. El socio de este joven vivía en un condominio de primera. Llegó al estacionamiento en sótano. Se abría solo con un artilugio en manos de cada habitante. Subió la cortina y entró. Estacionó y bajó de su camioneta. Empezó a trepar escalones. No pudo llegar al primer piso para tomar el elevador. Un empisoltado le esperaba agazapado. Otra vez. Disparos con .38 a la cabeza. Todo por no querer defender a Benjamín Arellano recién apresado por el Ejército. Le servía desde hace años. Hasta tenía un asociado en Toluca. También lo ejecutaron. Cierto domingo llegó regresó a casa. Venía de paseo con su familia. Ni alcanzó a bajarse. También le dispararon a la cabeza. A otro lo mataron cuando supo lueguito que detuvieron al mafioso Jesús Labra, padrino de los Arellano. Fue a la PGR a liberarlo. Le dijeron “vete al cuartel”. Salió volando para allá. “Aquí no está”. Regresó a la PGR. Y entretanto un avión militar despegó de Tijuana rumbo a Toluca. El abogado se fue a México. Se hizo piedra frente a la entonces UEDO. Ni lo dejaron entrar. Al otro día apareció ejecutado en una colonia defeña. Y así como estos casos, muchos. No me basta el espacio para narrarlos todos. Hace poco dos ejecutaron a dos abogados de Osiel, uno de “El June”, otro de Benjamín Arellano. Los abogados sirven bien a los narcotraficantes. Estos señores les pagan mucho. Casi nunca fallan en sus promociones. Pero cuando cierto tribunal les rechaza debida o indebidamente, el mafioso se enoja y ordena el asesinato. Hay licenciados que tuercen la profesión. Son “correos” de mafiosos en prisión. Llevan mensajes que no pueden o deben los familiares. Y resulta a veces lo grave: Cuando el recado no se cumple, se aparece la muerte. Empezando marzo leí en “Reforma”: Nada más Benjamín Arellano tiene 41 abogados. Osiel Cárdenas Guillén 39. El ex gobernador Mario Villanueva 25. Uno menos Albino “Beto” Quintero. Jesús “Don Chuy” Labra Avilés 17. Total, hay más abogados que reos en La Palma. Conocí a varios licenciados al servicio del narcotráfico. Por ellos recibí mensajes de falsa disculpa o seria advertencia. He conversado telefónicamente con excelentes abogados. Hasta cambiaron su residencia a Toluca. Allí están los tribunales donde tratan puros casos de mafiosos. Se cómo son cuidadosos en su contabilidad. La llevan puntual. Pagan impuestos. No quieren líos fiscales. Pero la Secretaría de Hacienda y Crédito Público no va más allá de revisarlos. Don Francisco Gil Díaz es el jefe de esta oficina. Dudo si en lo personal le asusta auditar a fondo o sus empleados están recibiendo dinero por no hacerlo. Me imagino cuánto les paga Benjamín Arellano Félix a cada uno de sus 41 abogados. Sin exagerar, 250 mil pesos mensuales. Esto significa, redondeando cifras, 10 millones cada mes. Sumando a los abogados de otros mafiosos la suma llegaría a 100 o 200 millones cada 30 días. Ese dinero tiene un origen. Hacienda debe saberlo. Pero no lo toca. A ningún mafioso le caen tantos billetes del cielo. Eso lo saben Gil Díaz y cualquier auditor fiscal. Pero le tienen miedo al asunto o los están sobornando. Para la Secretaría de Hacienda es muy fácil auditar a un causante. Desde cuánto gana si es empleado o ejecutivo. Los abogados reportan a la Secretaría de Hacienda según sus entradas de dinero. Religiosamente informan quién les pagó: Los mafiosos, algún presta-nombre o cierta compañía. Pero las autoridades fiscales no lo averiguan. Entonces lejos del tanteo: Si Hacienda no audita, los abogados estarían reportando menos ingresos en su contabilidad. Así evaden impuestos o sobornan funcionarios fiscales. Espero que don Francisco Gil Díaz no se desquite conmigo. Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicada el 22 de diciembre de 2006.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
- Publicidad -spot_img

Puede interesarte

-Publicidad -

Notas recientes

-Publicidad -

Destacadas