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domingo, octubre 13, 2024
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Dos años: ¿Ahora, quién?

Recuerdo la realidad hecha película: Estaban director, editor y reporteros. Todos de The Washington Post. Veían el telediario. Spiro T. Agnew bajaba de un jet casablanquero. Era hombre del presidente Richard M. Nixon. Cercanísimo. Muchos reporteros lo esperaban en el último escalón de la nave. Flashazos. Camarógrafos. Micrófonos. Grabadoras. Libretas. En fin. Todos querían igual respuesta. “¿Qué opina sobre lo publicado hoy por el Post?”. Es que en aquellos momentos la información del diario retumbaba. Sacó a relucir la podredumbre política y mafiosa manejada por Nixon, bautizada “el Caso Watergate”. Spiro T. Agnew bajó despacio. Traía la influencia bajo la piel. Inflado. Y se lanzó con todo contra el periódico. Los etiquetó de mentirosos. Antiamericanos. Procomunistas. Enemigos de Nixon. Escandalosos. Amarillistas. Tendenciosos y súmele. Cuando terminó la transmisión se desinflaron los reporteros. El editor se apachurró. Pero el director los estremeció sonriendo y diciéndoles: Spiro habló mucho, pero no desmintió nada de lo publicado. El jefe editorial les alentó explicándoles que era la mejor señal. Los demás diarios, radio y televisión, tampoco podían rechazar lo publicado. Spiro T. Agnew solamente insultó. Ni siquiera la intención de comparar. Sólo recordar para traer al presente. Había tres sospechosos en el asesinato de mi compañero Francisco Javier Ortiz Franco: 1. “Los Zetas” de Nuevo Laredo. Pistoleros traidores al Ejército mexicano y asociados posiblemente con carteleros de la región. 2. Matones en equipo del Barrio Logan. Semillero de asesinos utilizado por el cártel Arellano Félix. 3. El ingeniero Jorge Hank Rhon, candidato del PRI a la Presidencia Municipal de Tijuana. Naturalmente, razoné y fundamenté las hipótesis. Pero nada más lo publiqué y respingó el presidente del PRI estatal, Ricardo Acosta Fregoso. Me llamó perverso tildándome de mentiroso. Según él estoy lucrando con la muerte de mi compañero. Me etiquetó de tendencioso, especulador y lanzó más calificativos. Cuando leí su declaración recordé a Spiro frente a The Washington Post. Muchos insultos pero ningún desmentido. Igualito. Con una gran diferencia: La PGR informó un sábado: Jorge Hank sí era motivo de investigación. A los compañeros periodistas casi no les interesó la versión de los pistoleros. Nada más la de Hank. Me preguntaron hartos compañeros de todo el país. Muchos de Estados Unidos. Hasta de España y Londres. Hank Rhon es sospechoso por una razón. Sus guardaespaldas, que antes lo fueron de su padre, asesinaron en 1988 a nuestro compañero Héctor Félix Miranda. Una investigación de ZETA los descubrió. Fueron detenidos, procesados y sentenciados. Han pasado varios años encarcelados. El caso fue cerrado mañosamente sin definir autor intelectual. Por eso la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) reclamó justicia desde hace 10 años al gobierno mexicano. A fines de 2003 sucedió lo increíble. La Comisión Interamericana de los Derechos Humanos en Washington recomendó al gobierno federal formar una comisión para revisar el expediente. De encontrarse fallas u omisiones se iniciaría una averiguación para definir quién ordenó a los guardaespaldas de Hank matar a nuestro compañero. El caso se protocolizó ante la presencia de Fox. Se formó una comisión y empezó a trabajar: un representante de la Secretaría de Relaciones Exteriores, otro de la Procuraduría de Justicia del Estado y Ortiz Franco por la SIP, debido a su conocimiento del caso y calidad de abogado. Antes de recibir esa encomienda, Francisco Javier escribió en ZETA: Hay motivos legales para consignar a Hank. Lo razonó. Mintió en sus declaraciones hace dieciséis años. Financió a los asesinos. Algunos periodistas dijeron que politizábamos el caso. Que era trampa contra Hank candidato. Ni siquiera se enteraron de los antecedentes. Inclusive se acordó: no manejar públicamente las tareas de la comisión investigadora durante la campaña. Rendir un informe hasta agosto en Ciudad Antigua, Guatemala. Coloqué a Hank antes que a otros sospechosos. El sentido común los jerarquiza. Lo más delicado es que Ortiz Franco pisó los terrenos más delicados del narcotráfico. Etiqueta de ZETA. Descubrió nombres y apellidos de los mafiosos más importantes de la región. Fotografía. Ubicación. Antigüedad. Conexiones. La gran relación que tenían con la Procuraduría estatal. Y hasta cuánto pagaban por cada credencial a los policías. Esto se liga a otro hecho: el asesinato fue cometido a trescientos metros del edificio policiaco. Evidente, los criminales sabían perfectamente: No los perseguirían. Escribí cómo mataron a mi compañero. El procedimiento pocas veces visto aquí. Preciso. Sólo cuatro disparos a puntos vitales del cuerpo. Ni uno más. Pudo vaciar el cargador. El arma difícil de manejar. Escapatoria sin problemas. Abandonaron la camioneta que utilizaron en lugar solo pero céntrico. Un hombre que estuvo cerca de Ortiz Franco hasta verlo subir al auto y hacer señas al asesino para acercarse. No dejaron huella. Por eso se piensa en hombres capacitados como “Los Zetas”, ex militares traidores. Enviados desde Nuevo Laredo hace meses. Producto de la nueva alianza Osiel Cárdenas-Benjamín Arellano, trenzada en el interior de La Palma. Sé cómo fue todo. Deberé enterarme quién disparó. Cuál es el nombre del chofer. El estrafalario que hizo señas. Lucharé por saber quién ordenó el crimen. Ya lo hicimos en ZETA cuando asesinaron a Héctor Félix en 1988. También mis compañeros, encabezados precisamente por Ortiz Franco, descubrieron a quienes nos emboscaron en 1997. Esos perversos que mataron a mi compañero Luis Valero Elizalde. En ambos casos ZETA publicó sus fotos. Nombres y ubicación. Lo haré nuevamente. No soy policía. Es mi trabajo periodístico de investigación. Con más razón tratándose de un compañero. Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado el 16 de junio de 2006.

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Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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