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martes, julio 22, 2025
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Posición y destino del hombre en el estado democrático

“El hombre moderno libra su batalla en la defensa del Estado democrático para defenderse de la autocracia marxista que pretende destruir el sistema democrático y al propio Estado. “La participación del cuerpo electoral –masa de ciudadanos con derecho al voto–, tiene que ser cada vez más efectiva, frecuente y respetable. La democracia gobernada debe ceder a la democracia gobernante”. (Burdeau) La democracia de poder abierto según este mismo autor, se empeñan en la revolución por la ley, ir a la libertad por la ley. Duro es el contraste de quien no habla más que de violencia y exterminio frente a lo razonable de una evolución política consciente. Las democracias de poder cerrado, de partido único, de burocracia cerrada, aseguran que antes de que termine este siglo éstas serán las doctrinas políticas de un sistema triunfante. La auténtica democracia, la que exalta la libertad y la igualdad, la que se propone atenuar las desigualdades sociales, la que pretende el desarrollo de la personalidad del hombre, la que no tiene otra justificación del poder que la participación del pueblo, continúa su lucha para mejorar sus técnicas, depurar sus ideales, precisar y defender los derechos sociales, los intereses colectivos y subordinar siempre al interés social cualquier otro interés egoísta. La democracia y el Estado van indisolublemente ligados al destino del hombre, el campo de la democracia lo forma un rompecabezas de Estados contradictorios, grandes potencias y pequeños Estados, fuertes naciones y débiles pueblos. ¿Serán posibles ideales comunes en una comunidad tan dispar de intereses? La respuesta debe ser positiva, porque lo contrario es condenar la cultura occidental, el cristianismo, los valores de la cultura y el destino del hombre. La cruda admonición de Jacques Maritain (religión y Cultura) es suficientemente expresiva: “El mundo surgido de las grandes revoluciones del Renacimiento y de la Reforma tiene denominantes espirituales y culturales netamente anti-católicos; cada vez que ha podido seguir libremente su instinto ha perseguido al catolicismo, su filosofía es utilitaria, materialista o hipócritamente idealista, su política es maquiavélica, su economía liberal y mecanicista. Este mundo burgués nació de un gran movimiento del corazón hacia la santa posesión de los bienes terrenales, que está en el origen del capitalismo, del materialismo y del industrialismo económico, como también del naturalismo y del racionalismo filosóficos”. Hay un proceso abierto de degradación humana que es necesario combatir para que el hombre actuando como unidad social, dé el sentido perfecto que demanda la democracia. El ideal de la legalidad, dice Kelsen, “desempeña en ella un papel decisivo, así como la creencia de que los actos políticos individuales pueden justificarse racionalmente por su legalidad. En la democracia la seguridad jurídica reclama primicia sobre la justicia, siempre problemática, el demócrata propende siempre más al positivismo jurídico que al derecho natural. El Estado moderno es un reflejo de convivencia internacional, con naciones que ya no se regulan por normas morales comunes, sino por medio de apremios, más efectivos si son grandes potencias. Mas los Estados menores han venido a demostrar que no hay enemigo pequeño y que cualquier nación puede poner en entredicho la propia paz universal. Para su santidad Pío XII “la idea moderna de Justicia ha sido corrompida por las teorías positivistas y pragmáticas que prácticamente subordinan la administración de la justicia a las maniobras e intereses de los grupos dominantes”. La historia mañana señalará que los caminos equivocados fueron los que traicionaron a los pueblos. Expresión de ese sentimiento liberal por la democracia es lo que afirma Bertrand Russell (Diccionario del Hombre Contemporáneo. Ed. Rueda. B. A. p. 73): “Por mi parte, yo conservo los gestos y prejuicios de un liberal pasado de moda, me gusta la democracia, me gustan la libertad individual y la cultura. No me gusta ver a funcionarios ignorantes o despóticos interviniendo innecesariamente en las vidas privadas; no me gusta ver el pensamiento creador aplastado por la tiranía de mayorías estúpidas. No me gustan las persecuciones de las mayorías, ni de las minorías. Yo tengo recelos de gobierno y desconfío de los políticos; pero, como es preciso tener un gobierno, yo prefiero que sea democrático”. Tomado del libro de ciencia política de Andrés Serra Rojas. Vicente Martínez Méndez Tijuana, B. C.

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Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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