Se los pedí amablemente a dos abogados. Casi les rogué. Pero no quisieron. Uno me dijo tener asuntos pendientes en su despacho. “Me van a llevar tiempo y estaré muy ocupado. Debo concentrarme”. Otro explicó: “Perdóname. Con gusto le entraría. Pero estoy esperando una decisión: Posiblemente sea nombrado abogado de una corporación internacional muy importante”. Por eso “…no quiero prometer ni comprometer. Si se me hace voy a quedar mal y no quisiera eso”. Ni modo. Los dos abogados son muy talentosos. Tienen fama y me consta. Incorruptibles. Además lo recuerdo bien: En los últimos años no han perdido un juicio importante. Están lejos, muy lejos de andar litigando a punta de billetes. Nada de engatusar jueces o magistrados. Menos agentes del ministerio público. Ni del fuero común o federal. Por eso gobernantes y políticos no se atreven a presionarlos. Menos a “sugerirles”. Ni frente a frente o mandándoles un alcahuete. Saben bien. Con estos señores abogados no se juega. A los dos los respeto mucho. Por eso cuando me dijeron “no puedo” les entendí. Pero también por la confianza con ellos fui muy claridoso. “¿Es por miedo a Jorge Hank Rhon?”. Con un movimiento leve de cabeza arriba para abajo me lo indicaron. No hacía falta pronunciar el “sí”. Mi petición tenía una razón: que uno de los dos supliera al licenciado Francisco Javier Ortiz Franco. Que sea el nuevo comisionado de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Se trata de revisar el expediente de Héctor Félix Miranda. El co-Director de ZETA asesinado por empleados de Jorge Hank Rhon en 1988. El objetivo: ver si hay deficiencias u ocultamientos. De haberlos se iniciará una nueva averiguación. A investigar quién fue el autor o los autores intelectuales del crimen. El licenciado Ortiz Franco era uno de los más enterados del caso. Por eso aceptó la comisión de revisión legal. Estaba seguro: consideraba a Hank el autor intelectual. Encontró motivos legales para así creerlo. Fue antes y durante la revisión. Estaba alistándose para demostrar las fallas. Recomendar otra averiguación. Colocaría en situación incómoda y legal a Jorge Rhon como patrón de los asesinos. Esta revisión es en respuesta a una recomendación internacional al gobierno de México. Surgió de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) con sede en Washington. Fue lograda por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) después de promoverla 10 años. Primero le hicieron la petición a los presidentes mexicanos y priistas Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo. La rechazaron. También los gobernadores panistas Ernesto Ruffo Appel, Héctor Terán Terán y Alejandro González Alcocer. No así con el actual Eugenio Elorduy Walther (PAN). Estuvo casi por retomar el caso. Supe y conocí al fiscal comisionado especialmente para estudiarlo. Trabajaba en eso cuando llegó la recomendación desde Washington. Entonces debió entregar el expediente oficialmente. Aparte comisionar a un representante de la Procuraduría de Justicia. Aceptar a otro de Relaciones Exteriores y uno más de la SIP. El licenciado Ortiz Franco fue compañero de Héctor Félix Miranda. Fundadores de ZETA. Conocía el caso del asesinato como pocos. Por eso encontró inmediatamente las fallas. Aceptó la comisión sin ponerle peros. Bien lo sabía. Tendría éxito. Aparte nunca se arriesgaba legalmente al fracaso. Le bastaron dos jornadas como representante legal de la SIP. En la primera reclamó de inmediato expedientes. Casi casi no esperó a terminar el protocolo. Tenía en la memoria el número de cada documento. Y hasta citó párrafos textuales como causa innegable de errores. En la segunda reunión encontró cierta oposición pero trató el asunto hasta donde le fue posible. Nunca estuvo cierto si el obstáculo fue por razones de protocolo. Pero jamás prejuzgó mala fe. Terminada esa jornada no se programó la tercera sesión de revisión. Días después Ortiz Franco fue asesinado. Recién subió a sus dos hijitos en el asiento trasero del auto. Se acomodó luego frente al volante. Una Cherokee negra apareció repentinamente emparejándose. Bajó un hombre. Debió dar uno o cuando mucho dos pasos. Disparó cuatro veces certeramente. Cuello y cabeza. Heridas mortales por necesidad. El matón huyó. Todo a 300 metros de la Procuraduría. Curioso: los socorristas estaban a tres kilómetros y llegaron primero. Todo esto sucedió hace un mes y dos semanas. Y si eso resultó curioso, esto más: en el inter asesinaron a dos policías. Inmediatamente la procuraduría buscó y encontró a los culpables. Están confesos. Encarcelados. Me imagino: el juez les dictará sentencia de 40 años. Pero nada en el caso Ortiz Franco. Ningún sospechoso detenido para interrogarlo. A estas alturas parece no haber investigación. Tampoco órdenes de aprehensión. La procuraduría del estado anunció: reunirían todos los elementos. Entonces turnarían el asunto a la General de la República. Y en esta fiscalía esperan desde hace varias semanas. Aunque oficialmente no lo manejan en sus hipótesis de culpables está la complicidad de policías estatales. Pero en realidad: no hay resultados. En lo personal sospecho del narcotráfico. Lo escribí y razoné. También fundamenté la hipótesis sobre Hank Rhon. Las procuradurías no lo han desmentido. Por todo eso la negativa de los abogados para suplir a Ortiz Franco. Tienen razón y temor. Les pueden matar. No saben si el narco o Jorge Hank Rhon. La noche del domingo uno de ellos me habló. Ya conocía los resultados electorales para alcalde en Tijuana. Iba adelante Hank y sin reversa. Simplemente me dijo. “No… pues ahora menos”. Ya no me quedó nada para responderle. Simplemente un “gracias”. Pero me hizo pensar. Ahora no sabe uno a quién irle. Si a los narcos o a este hombre. Y en son de broma le dije a un compañero. “Espero que el PRI postule a Mario Aburto para la próxima”. Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicada el 17 de junio de 2011.