Increíble, pero cierto. La máxima institución de la cultura en Tijuana actúa en contra de los intereses de los libreros establecidos en la ciudad, en un intento de eliminarlos de la Feria del Libro de Tijuana (FLT) que éstos fundaron en 1980, cuando en una carta fechada el 31.01.15, dirigida a Océano Ediciones, entre otras editoriales, firmada por la Licenciada Eunice Contreras, en uno de sus párrafos dice: “A 33 años de la creación de la Feria del Libro de Tijuana, IMAC tiene como objetivo primordial lograr que los sellos editoriales tengan una participación directa a través del instituto mismo en la Feria”. Y a continuación de este párrafo, en el que se atribuye la paternidad de la FLT, pueden leerse otras falacias como argumento seductor. Cabe precisar que desde 1998, año en que el IMAC inició su colaboración con la Unión de Libreros, siempre hubo un entendimiento en cuanto a su libertad de invitar a aquellas editoriales que no tuvieran un previo compromiso de representación con los libreros organizadores de la feria. Es recurrente que cada nueva administración del IMAC quiera asumir un papel protagónico acorde a su ambición política; pero la que está en pleno ejercicio (en su segundo año) ha traspasado la frontera de la consideración y del respeto que merece la Unión de Libreros, pioneros e impulsores de la FLT durante 35 años. A juzgar por los hechos, los improvisados funcionarios del IMAC son incapaces de valorar, en lo que podría calificarse de ignorancia supina, la importancia de las librerías en el contexto del desarrollo cultural de una sociedad. No se han percatado que, en las últimas décadas, Tijuana es una ciudad con crecimiento cero; registro incomprensible frente a su explosivo desarrollo demográfico y, lo que resulta paradójico, el espectacular crecimiento de las universidades. Un panorama inquietante y de incierto futuro que reclama una política cultural de apoyo, en lugar del acoso manifiesto implementado por la actual administración del IMAC, que, de paso y en su menosprecio, acabaría afectando la derrama que las librerías locales aportan a la economía municipal. En fin, éste es un síntoma más de la mediocridad e ineficacia que permea todos los ámbitos de nuestra devaluada democracia nacional, con erráticas políticas de gobierno y una administración pública que se ejerce sin el mínimo respeto hacia la sociedad a la que juró servir bajo protesta. En estas reflexiones me ocupaba, cavilando en torno al insólito mundo de la cultura, de las librerías y de las ferias del libro, cuando se me cruzó la entrevista que Enrique Mendoza le hace a María Schulz sobre LéaLA (Feria del libro en español de Los Ángeles), en la edición 2141 del semanario ZETA, cuya lectura no dudo en recomendar, sobre todo en lo que su directora se refiere a la Misión Social de LéaLA, porque es un depurado ejemplo de la más alta expresión demagógica en términos de política cultural; y de los caprichosos proyectos de inversión pública allende la frontera, cuyo rendimiento social, de difícil valoración, es sumamente dudoso. Este texto personal, de un librero, es ajeno a cualquier otra vinculación.