Bien a bien, fue iniciada la década de los noventa cuando el Partido Verde Ecologista de México obtuvo su registro como instituto político y comenzó a sacar provecho de las alianzas políticas. Muchos mexicanos, de hecho, dan por cierta la promoción del entonces Presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, de tener un cuarto partido “grande” para dividir el voto de los mexicanos que -dejando al PRI de lado- se debatían entre el naciente PRD y el PAN -ya entrado en años-, bajo la premisa de “divide y vencerás”. Algo habrá de cierto, dado que manejado por Jorge González Torres, el Verde inició su ascenso político con recursos que no tenían otros partidos tradicionales, o entonces con mayor representación política y electora… y lo siguen haciendo. Cierto es también que el PVEM ha logrado trascender y permanecer en la escena política por las alianzas que ha hecho tanto con el PRI como con el PAN, con empresarios extranjeros y locales, aprobando leyes que proponen otros partidos y presidentes de la República que, en términos ideológicos, no les son afines, pero que en cuestión monetaria se habla de ganancia. No hace muchos meses, un diputado federal de la Legislatura que está por concluir, me comentó cómo “El Niño Verde”, Jorge Emilio González, había buscado a los miembros de su bancada, una pequeña representación de izquierda, para convencerles de votar a favor de la Reforma Energética. Cuando las palabras no fueron suficientes para convencer y las ideas escasearon, el vástago de Jorge González Torres ofreció dinero. Mucho de dinero. Millones de pesos hasta lograr millones de billetes verdes, para cada diputado que votara a favor. Ya había pasado el tiempo cuando en un aeropuerto detuvieron a Arturo Escobar, líder verde, con un millón cien mil pesos en efectivo. También aquella ocasión cuando Jorge Emilio González fue videograbado mientras le proponían una negociación de millones de pesos a cambio de tramitar permisos para construcción en Cancún. Los muchos escándalos de los verdes normalmente están ligados a los billetes, por millones, no por cualquier bicoca. Destacan más los ya no tan jóvenes manejadores del Verde Ecologista, por sus excesos que por sus propuestas, iniciativas, conciencia social o compromiso colectivo. En el año 2000 se aliaron al Partido Acción Nacional cuando Vicente Fox Quesada ganó la Presidencia de México, en 2006 voltearon a sus orígenes y se unieron al PRI para perder con Roberto Madrazo que vio truncado su camino hacia Los Pinos, y para 2012 le tiraron a la grande y ganaron de la mano de Enrique Peña Nieto. La mayoría de los puestos de elección popular que ostentan, los han obtenido en una alianza con un partido mayor. De ninguna manera solos. Ahí, únicos, como instituto política, saben bien que no pasan del cuarto lugar, por eso mejor se coaligan para subsistir y mantener la marca y las prerrogativas. Pero de unos años a la fecha el Verde está cansando. No solo con la sobresaturación (o sea, hay que agregar el prefijo “sobre” a la palabra “saturación”) de la imagen sumamente desprestigiada, sino por su mala conducta al momento de violentar de manera sistemática leyes y reglamentos establecidos para el “justo” desarrollo de la vida política y electoral de este país. Violaciones que les han resultado en millonarias multas, pero por la reiterada mala conducta de su militancia, parece no mermar los dineros para el exceso de propaganda, de artículos y productos que tienen la evidente intención de comprar votos. Sea con tarjetas de descuento, con boletos para el cine, con mochilas cargadas de útiles escolares, con camisetas, con tarjetas financieras y ni hablar de los cientos de anuncios que los mexicanos deben chutarse no solo en radio, televisión, prensa, internet, sino en el cine. Doce sanciones pondrían a cualquier partido en la crisis existencial, pero no al Verde. Los dineros siguen fluyendo, los artículos circulando y el cinismo político Verde irradiando. Al menos en Cinépolis ya nos dejaron ver una película en paz después de tanto promocional amañado e irrisorio. De los 5 mil 356 millones 771 mil 247 pesos que repartió el Instituto Nacional Electoral a los partidos políticos para el ejercicio 2015, al PVEM le tocaron 444.7 millones de pesos. Tan solo en la última sanción determinada por la Comisión de Fiscalización del INE, por “recibir aportaciones en especie por parte de legisladores y grupos parlamentarios”, el Partido Verde “obtuvo un beneficio indebido de los promocionales alusivos a los informes de labores de los legisladores que se transmitieron entre septiembre de 2014 y febrero de 2015”. Los consejeros concluyeron que tal infracción era grave, y que valdría sancionarla con el 300 por ciento del monto de los contratos signados por el Verde para la producción y difusión de los “promos”, lo cual quedó en 322.5 millones de pesos. Si a esto suma Usted el resto de las sanciones que el Verde ha sido objeto en los últimos meses, resultaría que ya no tendrían dinero para seguir operando. Que las cantidades mensuales que se le otorgan al partido para su subsistencia, se verían reducidas severamente a grado de afectar no solo sus arcas, sino a la vida que llevan los militantes en la cúpula sin cabeza y a quienes de ello se sirven y han hecho un modo de vida. Pero no. Aun con las millonarias multas, el PVEM tiene para seguir repartiendo mochilas, enseres, boletos, tarjetas y demás. Por estos días, los verdes impugnaron la sanción de los 322.5 millones de pesos en un intento por aparentar una lucha política; de hecho culpan a la izquierda de las multas a sus excesos, obviando la conducta propia y las ligas con el PRI y sus herramientas de campaña política. Pero el INE solo les “rebajó” 2.2 millones de pesos de la multa. También por estos días, en la página de iniciativas ciudadanas change.org, 149 mil 914 ciudadanos han firmado una petición que hacen llegar a los consejeros del Instituto Nacional Electoral, a su presidente Lorenzo Córdova, para que al PVEM le quiten el registro como partido político. Aunque las iniciativas ciudadanas no son consideradas por las autoridades mexicanas, resultan una expresión de una parte de la población que, como es el caso, está harta de ver cómo las autoridades electorales, judiciales y de justicia, mantienen en la impunidad política a un partido que, por penosa tradición, pertenece o es manejado o administrado por una familia y sus amigos, que ha vivido de hacer alianzas con otros, que ha sido comparsa legislativa y que, de manera consuetudinaria, viola la Ley y sigue viviendo del dinero de los mexicanos. Al margen de firmar una iniciativa ciudadana, de escribir un artículo de opinión, de criticar en cafés y tertulias, de sentar un punto entre familia, el domingo 7 de junio los mexicanos tienen la oportunidad de evaluar, premiar o castigar a los partidos políticos… incluido el Verde. Entonces veremos si el hartazgo ciudadano es de palabra o de facto.